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martes, 29 de marzo de 2011

los mandamientos

NOTA: Esto es tan sumamente jebi que probablemente no lo entiendas. Consulta al administrador de tu música jebi o a algún familiar entendido.


  • Aliñarás todas tus comidas con Mandrágora y Jägermeister, pero no con ajo.
  • Ocuparas instrumentos musicales masivos y extremadamente brutales ya sean bajos, baterías o guitarras de marcas como: Dean, Ibanez, Jackson, ESP, BC. Rich, etc... y si no, te ardera el ANO Y LOS TESTIKULOS.
  • Te lamentaras por no haber compuesto Iron Man
  • Odiarás a Green Day y su puta "musica". Pagarás para ir a sus conciertos en primera fila SOLO para arrojarles objetos de preferencia punzantes para que veas como chillan como punkekes maricas que son.
  • Te buscarás una tía bien puta con grandes tetas y un culo enorme, te la follarás todos los días (ella pensará que la amas) y la lucirás como trofeo en todos los conciertos... aunque ella no tenga ni la más puta idea de lo que es el metal.
  • Rust in Peace, Master Of Puppets y Reign In Blood son la biblia del Thrash Metal.
  • Sólo tendras tus manos en el culo de tu novia o una cerveza y una guitarra eléctrica (no hace falta que sepas tocar).
  • Burlarás y te cagarás Romperás la ley.
  • Llamarás a tus hijos Dave, Steve, Jeff, Rob, Bruce, Ozzy, Ronny James Dio, Tony Iommi, Dimebag, Cliff, etc.
  • Te vestirás siempre de negro y mezclilla.
  • Llevarás mallas hasta en la playa en verano (también valen elásticos Old Chap).
  • "Escucharás jebi en cintas de cassete hasta que te sangren los oidos. Cuando vayas a misa deberás tener grabada alguna de Death Metal, preferiblemente de Deicide.
  • Tendrás un Chopper, especialmente Harley-Davison, o soñarás todas las noches con ella.
  • El agua ni tocarla, y sobre todo, ni probarla. El Jägermeister y el jack daniels, sí.
  • Rezarás cada día una plegaria a San Malmsteen por Llanis, Lenon, Schuldiner, Daimbag, Morrison, Jauman, Jéndrics, Rouds, Bolan, Barton, Borton, Bonjam, Braian, Moon y Escot (y de paso a Barón Rojo).
  • Harás como que tocas la guitarra mientras andas por la calle.
  • Moverás las greñas al andar para que todos se fijen en ellas (estilo orangután).
  • Saludarás a todos los Jevis que te cruces, aunque no los conozcas. Somos una hermandad.

Prototipo de Jevi actual con 21 porros en sima acompañado por su padre, vagabundeando y cantando por la calle alucinado.
  • Cómprate una guitarra eléctrica. Si no llegas a aprender la puedes colgar en tu habitación y enseñarsela a todos tus colegas.
  • Llenarás tu carpeta con las fotos de tus ídolos, para que en el instituto todos sepan lo jebi que eres.
  • Si oyes hablar mal de algún grupo de Heavy metal no dudarás en matar, si es necesario (eso es sí).
  • Si eres Jebi has de tener algún tatuaje por fuerza. Códigos de barras no; eso es muy Nu.
  • Todo Jebi que se precie ha de tener un grupo, lo de menos es saber tocar.
  • Si te dicen satánico es que no comprenden la majestuosidad del género. (solo párteles una cruz en su cabeza)
  • Cagarás a trompadas al hipopotamo de arriba, por intentar silenciarnos.
  • Dave Mustaine es el dios del thrash metal y deberás alabarlo.
  • Si tienes la oportunidad de matar a un EMO, no lo pienses 2 veces y matalo! (y descuartizalo, obviamente).
  • Honraras a los Maiden, a los Sabbath, a los Judas, a los Metallica (en los 80s, ahora son unos putos vendidos), a los Slayer, a los Manowar, a los Mötorhead, a los Pantera, a los Helloween, a los Venom, a los Megadeth, entre otros... y les rezarás oraciones todas las noches.
  • Creerás en Jesucristo por conviertir el agua en cerveza vino.
  • El artículo Metal para tontos, es el sentido de tu vida (afirmación aplicable a todo aquel metalero cuyo CI no supere 65)
  • Todos los 27 de septiembre haras 8 minutos 22 segundos de silencio mientras escuchas el instrumental "Orion" o (Anesthesia)Pulling Theet en su defecto, de Metallica en honor a la memoria de Cliff Burton
  • Matás un pijo por semana (o a un EMO), ofreciendo su sangre a los dioses del metal (bebe un poco si quieres, vamos, sé que lo estás deseando).
  • Un jebi escucha Heavy metal incluso cagando.
  • Olvida lo de arriba... no debes saber nada más que beber cerveza... arrrhhhh!!! (eructo heavymetalero)
  • Defender, venerar y HACER QUE SE RESPETE todo simbolo sagrado del metal (logos, canciones, idolos... así sea asesinando...)
  • Debes siempre testificar en todo momento y en todo lugar sin ninguna vergüenza que llevas dentro sangre metalera.
  • Representar debidamente al metal y si ves algun insulto andante al metal (como que un emo diga que le gusta el metal) deberá ser eliminado de este puto planeta en el acto.
  • Mandar a la mierda a todos los que esten en contra del metal.
  • Ser siempre rebelde (dentro de la seriedad), no acatar ninguna orden de alguien mayor a menos que te convenga o que éste sea amigo del metal porque en su lejana juventud tuvo una banda de metal y tocaban bien.

domingo, 27 de marzo de 2011

LUZ DEL DOMINGO IX

Jesús nació con dos genealogías,
pero sin ninguna legitimación mesiánica

Los autores de los Evangelios que, como ya vimos, escribieron sus textos muchos años después de muerto Jesús y con una finalidad apologética que pretendía sustanciar la verdad del cristianismo mitificando la figura del Jesús histórico, se vieron obligados a encajar sus narraciones dentro de dos moldes muy ajenos entre sí: el de los mitos paganos que acabamos de repasar y el contexto judío que había acrisolado antiguas profecías bíblicas acerca de la futura llegada de un Mesías salvador de Israel.
Tal como se hizo con la mítica solar pagana, la acomodación de la leyenda de Jesús a las profecías mesiánicas —ya mencionada en el apartado dedicado a los profetas y que volveremos a tratar extensamente en el capítulo 7—, empleada ya por el propio Jesús antes de ser ejecutado, fue exacerbada con descaro en algunos escritos neotestamentarios. Así, desde el mismísimo inicio del primer evangelio canónico se pretende dar por cumplidas las profecías básicas aportando una genealogía de Jesús que, si bien es ingeniosa y parece convincente, tiene los pies de barro.                                          
En el comienzo del Evangelio de Mateo —concretamente en Mt 1,1-16— se lee: «Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a (...), Jesé engendró al rey David, David a Salomón en la mujer de Urías (...) y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.»
Con este texto, en Mateo se pretende demostrar que Jesús era descendiente directo del linaje de David, tal como exigía la profecía mesiánica más tradicional —la «profecía de consolación» de Is 11 en la que Dios, estando el pueblo de Israel bajo el dominio asirio, promete un retoño del tronco de Jesé sobre el que reposará el espíritu de Yahveh, etc.— y, al mismo tiempo, se quiere dejar sentado que Jesús había sido concebido por una virgen, tal como había anunciado Isaías en su profecía sobre el Emmanuel (Is 7,14 y ss).
El problema que presenta esta genealogía, máxime en una sociedad patriarcal donde el linaje se transmite desde el padre y no a través de la madre, es que si José no tuvo nada que ver con el embarazo de María, Jesús no pudo ser descendiente de la casa de David y, por tanto, tampoco pudo ser jamás el Mesías esperado por los judíos y anunciado por los profetas, puesto que no se había dado la premisa principal de la promesa divina.                                                            
Lucas, por su parte —en Lc 3,23-38—, aporta otra genealogía que, en orden inverso, va de Jesús hasta Dios pasando por David, naturalmente: «Jesús, al empezar [su predicación], tenía unos treinta años, y era, según se creía, hijo de José, hijo de Helí (...), hijo de Leví (...), hijo de David, hijo de Jesé (...), hijo de Abraham (...), hijo de Adán, hijo de Dios.»
Dejando al margen la pueril licencia poética de hacer remontar la ascendencia de Jesús hasta Adán para mostrar así que era «hijo de Dios» —un dato innecesario puesto que en el Antiguo Testamento ya estaban acreditados como tales David (Sal 2,7-8) y otros reyes hebreos—, de esta genealogía destacan dos aspectos muy importantes: es discordante de la aportada por Mateo respecto de los antepasados que llevan hasta David —una discrepancia difícil de justificar sabiendo que ambos autores fueron casi contemporáneos y se basaron en las mismas fuentes históricas judías— y, por otra parte, aunque en unos versículos anteriores Lucas había dejado ya constancia del anuncio del embarazo milagroso de la madre, aún virgen, de Jesús (Lc 1,26-38), la genealogía presenta a éste como hijo de José y no de María; un desliz que quizá puede comprenderse mejor teniendo en cuenta que, como médico que era, Lucas debía tener una noción bastante clara del misterio de la generación humana y, además, al igual que Pablo, del que fue ayudante, no debió creer ni dar importancia a una hipotética encarnación divina de Jesús.                            
El problema planteado por esta genealogía es inverso, aunque complementario, al que ya hemos señalado en Mateo. Ahora, siendo Jesús hijo de José queda claro que desciende del linaje de David y cumple con la profecía; pero si no nació de virgen, tal como sugiere esta segunda genealogía, es evidente que no se cumple el anuncio de Is 7 y tampoco puede ser el «Emmanuel», el Rey Mesías y Salvador. Los otros dos Evangelios, el de Marcos y el de Juan, tampoco nos permiten solucionar tan fundamental cuestión ya que en ellos el Espíritu Santo no sólo no inspiró genealogía alguna sino que tampoco aportó dato ninguno acerca de la presunta virginidad de María.                                                                
No sin cierta perplejidad por nuestra parte, deberemos seguir adentrándonos en la obra mesiánica de Jesús sabiendo que, pese a tener dos amplias genealogías, ninguna de ellas le presenta ni le legitima como el Mesías prometido y esperado por el pueblo de Israel. 

viernes, 25 de marzo de 2011

VIERNES CUCHILLERO: VESTIDO DE CRISTAL

VESTIDO DE CRISTAL: KRAKEN



Si hace falta, que le mire, a los ojos miraré,
Ya hoy, creo que es tiempo.
Ojos negros, piel de hielo, voz de fuego.
Siento al verle, pero sin miedo,...
Olvidarle me da igual,
No estoy mintiendo ni ignoro su juego,
Si su vestido de cristal, Se quiebra en silencio.
( Que débil es su disfraz!).
Me ha sorprendido con el llanto, en mis manos,
Muriendo de sed,....Y ahora le diré,
Porque no he vuelto, ha esconderme
Bajo su piel,...
Ojos negros, ...Piel de hielo,
Voz de fuego,...
No olvide,...Ya no siento miedo.

domingo, 20 de marzo de 2011

LUZ DEL DOMINGO VIII

 La figura de Jesús-Cristo fue configurada según
el modelo pagano de los dioses solares

El erudito Pierre Saintyves, al comparar los mitos recién apuntados con el relato de Lucas, no pudo menos que exclamar: «Cómo es posible no señalar el papel destacado que juegan los pastores en estas leyendas. ¿Acaso no es su auténtica fiesta la epifanía del Sol naciente que anuncia el próximo retorno de la primavera? Tras muchos tanteos, la Iglesia, al situar la fiesta de la Navidad en el solsticio de Invierno, creyó poder conectar las alegrías de esta gran solemnidad con las antiquísimas prácticas religiosas; remozando, con cada retorno del Sol y en una universal solidaridad, la alegría de los siglos pasados. Y es por eso por lo que, cuando los cristianos entonan el himno de la Navidad, nadie puede escucharlo sin sentir una profunda emoción. Parece como si los viejos gritos paganos resucitasen de los siglos pasados. Es la voz de nuestros hermanos, y también la de millares de nuestros antepasa-dos que se levantarían de nuevo para unírseles a su coro cantando: ¡Navidad, Navidad, nos ha nacido un dios, el joven Sol sonríe en su cuna!»                                                
El dios que Saintyves identifica como «el joven Sol» es, naturalmente, Jesús-Cristo, en cuya concepción mítica intervinieron todos los elementos simbólicos y legendarios característicos de desarrollos religiosos muy anteriores, evolucionados desde los primeros cultos agrícolas que divinizaron todas aquellas fuerzas y manifestaciones de la naturaleza de cuya acción dependía su supervivencia sobre el planeta. Desde la noche de los tiempos, el lugar preeminente en los cultos astrólatras fue ocupado, en una primera fase, por la Luna, pero ésta muy pronto acabó cediendo el papel de soberano al Sol, el «astro rey» que traía la luz del día, venciendo a las tinieblas nocturnas, y marcaba, con su posición en el cielo, el paso de las estaciones. El ciclo astral solar fue la base sobre la que se construyeron y desarrollaron los importantísimos mitos y ritos de la fertilidad, un sustrato del que se alimentaron todas las religiones posteriores.
En los mitos solares ocupa un lugar central la presencia de un dios joven, de origen astral, que cada año muere y resucita encarnando en sí los ciclos de la vida en la naturaleza. En palabras del jesuita Joseph Goetz «las celebraciones mistéricas no son más que la expresión simbólica (mitos) escenificada (ritos) de la cosmobiología». Goetz aplicaba su tesis a «las religiones de los primitivos» —así se titula su libro—, pero sus argumentos son perfectamente aplicables a la base mítica que originó el «misterio de Cristo». Por otra parte, y no en balde, en la época en que se formó la leyenda de Jesús-Cristo los cultos solares dominaban el espectro religioso a lo largo y ancho del Imperio romano.                                              
En las culturas de mitología astral, el Sol representaba el padre, la autoridad y también el principio generador masculino. Ya hemos citado la abundancia de leyendas acerca de «hijos del Cielo» en las que el embarazo de sus madres vírgenes se produce a través de rayos del sol o luces equivalentes. Durante la antigüedad, en todo el planeta, el Sol fue el emblema de todos los grandes dioses, y los monarcas de todos los imperios se hicieron adorar como hijos del Sol (identificado siempre con su divinidad principal). En este contexto, la antropomorfización del Sol en un dios joven presenta antecedentes fundamentales en la historia de las religiones, con ejemplos tan conocidos como los de los dioses Horus, Mitra, Adonis, Dionisos, Krisna, etc.                                     
El dios egipcio Horus, hijo de Osiris e Isis, es el «gran subyugador del mundo», el que es la «sustancia de su padre»
Osiris, de quien es una encarnación. Fue concebido milagrosamente por Isis cuando el dios Osiris, su esposo, ya había sido muerto y despedazado por su hermano Seth o Tifón. Era una divinidad casta—sin amores— al igual que Apolo, y su papel entre los humanos estaba relacionado con el Juicio ya que presentaba las almas a su padre, el Juez. Es el Christos y simboliza el Sol. En el solsticio de invierno (Navidad), su imagen, en forma de niño recién nacido, era sacada del santuario para ser expuesta a la adoración pública de las masas. Era representado como un recién nacido que tenía un dedo en la boca, el disco solar sobre su cabeza y con cabello dorado. Los antiguos griegos y romanos lo adoraron también bajo el nombre de Harpócrates, el niño Horus, hijo de Isis. Mitra, uno de los principales dioses de la religión irania anterior a Zaratustra, desarrollado a partir del antiguo dios funcional indoiranio Vohu-Manah, objeto de un culto aparecido unos mil años antes de Cristo y que, tras pasar por diferentes transformaciones, pervivió con fuerza en el Imperio romano hasta el siglo IV d.C., era una divinidad de tipo solar —tal como lo atestigua su cabeza de león— que hizo salir del cielo a Ahrimán (el mal), tenía una función de deidad que cargaba con los pecados y expiaba las iniquidades de la humanidad, era el principio mediador colocado entre el bien (Ormuzd) y el mal (Ahrimán), el dispensador de luz y bienes, mantenedor de la armonía en el mundo y guardián y protector de todas las criaturas, y era una especie de mesías que, según sus seguidores, debía volver al mundo como juez de los hombres. Sin ser propiamente el Sol, representaba a éste y era invocado como tal. En sus ceremonias era representado por el viril o custodia, que era idéntico en todo al que reproducirá la Iglesia cristiana muchos siglos después. El dios Mitra hindú, como el persa, es también una divinidad solar, tal como lo demuestra el hecho de ser uno de los doce Adityas, hijos de Aditi, la personificación del Sol.
Todas las personificaciones de dioses solares acaban por ser víctimas propiciatorias que expían los pecados de los mortales, cargando con sus culpas, y son muertos violentamente y resucitados posteriormente. Así, Osiris nació en el mundo como un salvador o libertador venido para remediar la tribulación de los humanos, pero en su lucha por el bien se topó con el mal (encarnado en su propio hermano Seth o Tifón, que acabaría identificándose con Satán), que le venció temporalmente y le mató; depositado en su tumba, resucitó y ascendió a los cielos al cabo de tres días (o cuarenta, según otras leyendas).
El dios hindú Shiva, en un acto de supremo sacrificio, según cuenta el Bhâgavata-Purâna, ingirió una bebida envenenada y corrosiva que había surgido del océano para causar la muerte del universo —de ahí el epíteto de Nîlakantha («cuello azul») por el que también se conoce a Shiva y que fue el resultado del veneno absorbido—, tragedia que el dios evitó con su autoinmolación y vuelta a la vida.
Baco, otro dios solar destinado a cargar con las culpas de la humanidad, también fue asesinado —y su madre recogió sus pedazos, tal como había hecho Isis con los trozos del cadáver de Osiris— para renacer resucitado. Ausonius, una forma de Baco (y equivalente a Osiris), era muerto en el equinoccio de primavera (21 de marzo) y resucitaba a los tres días. Idéntica suerte le estuvo reservada a Adonis (equivalente al dios etrusco Atune o al sirio Tammuz), a Dionisos o al frigio Atis y a una larga lista de seres divinos que, como Krisna —muerto atado a un árbol y con su cuerpo atravesado por una flecha— o como Jesús-Cristo —muerto en la cruz de madera y lanceado—, fueron todos ellos condenados a muerte, llorados y restituidos a la vida. Son dioses que descendieron al Hades y regresaron otra vez llenos de vigor, tal como hace la naturaleza con sus ciclos estacionales anuales.
Si repasamos algunos de los símbolos que aún permanecen unidos a la conmemoración de determinados aspectos fundamentales de la personalidad divina de Jesús-Cristo, nos daremos cuenta fácilmente de que, como divinidad solar que es, está identificado con el Sol de la primavera que se despierta en toda su gloria después de su cíclica muerte invernal (aspecto simbolizado por la muerte de Jesús-Cristo y su permanencia en el sepulcro para, al igual que la vida latente en el huevo —y en la Naturaleza toda—, eclosionar o resucitar radiante, tras el periodo de tres días de dolor y oscuridad, despertando al mundo a la nueva vida).
La Iglesia católica, por ejemplo, celebra la fiesta de la Resurrección de Cristo durante la Pascua, que es llamada también Pascua florida por transcurrir en la época del florecimiento de las plantas, y durante esta conmemoración tiene lugar un rito del que ya nadie recuerda su significado original; se trata de la costumbre de regalarse «el huevo de Pascua». El huevo, desde la época neolítica, representa uno de los símbolos más importantes de cuantos aparecen en las iconografías y mitografías de todas las culturas y, obviamente, está ligado al ciclo agrario de la eclosión de la vida. Por eso, durante la primavera (la estación en la que estalla la vida en su ciclo anual), era una costumbre ritual extendida entre los pueblos antiguos el intercambiarse huevos coloreados.
En Egipto, por ejemplo, estos huevos se colgaban en los templos y se cambiaban como símbolos sagrados de la estación primaveral, emblema del nacimiento o del renacimiento cósmico y humano, celeste y terrestre. En otro rincón del planeta, en el norte de Europa, por poner otro caso correspondiente a una cultura muy diferente a las de Oriente Próximo, los pueblos escandinavos, también al principio de la estación florida, época en que se adoraba a Ostara, diosa de la primavera, se intercambiaban igualmente huevos de color denominados «huevos de Ostara». La Iglesia, no pudiendo eliminar esta fiesta pagana por su absoluto arraigo popular, se la apropió y la manipuló para adaptarla a su particular simbolismo solar.
De hecho, el propio contexto de la Pascua de Resurrección y su fecha de celebración (en el domingo —día del Sol— que sigue inmediatamente al decimocuarto día de la Luna de marzo) ya constituye por sí mismo una prueba de la íntima relación de continuidad mítica que existe entre los primitivos cultos solares agrarios y el cristianismo. No por casualidad, claro está, la fiesta de la Pascua cristiana se instauró en el mismo tiempo en que se conmemoraba la resurrección anual de Adonis (precedente del mismo mito ancestral que se hizo encarnar en Jesús-Cristo) y, otro dato nada baladí, haciéndola coincidir con la Pascua judía, fecha en la que los hebreos —desde el año 621 a.C.— celebraban el fin de su éxodo. Unos y otros, los paganos y los cristianos, conmemoraban lo mismo: el nacimiento del joven dios solar salvífico que les garantizaba el porvenir; los hebreos el nacimiento del «pueblo elegido de Dios» a la libertad, al futuro prometido por Yahveh.
Además, si el advenimiento de la Pascua se correspondiese con una celebración onomástica —la de la supuesta resurrección de Jesús, que debió acontecer en un día determinado—, la fiesta tendría una fecha fija, pero no es así ya que ésta varía de acuerdo con la distribución del año astronómico, con lo que se reafirma el origen pagano de este fundamental mito cristiano.
La denominación de «Cordero Pascual», empleada por la Iglesia para designar al Jesús de la Pasión, ni es baladí ni resulta ajena al mito pagano que anida en su corazón. En los escritos neotestamentarios, particularmente en el Apocalipsis de san Juan, que es el texto que emplea la simbología más elaborada, se identifica repetidamente a Jesús-Cristo con el «Cordero», con el Agnus Dei, cuya función queda perfectamente clarificada cuando el mismo Juan, en su Evangelio, hace que Juan el Bautista, estando en Betania, al ver venir a Jesús, exclame: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29), una responsabilidad que ya hemos visto encarnar anteriormente a todos los «dioses jóvenes» que precedieron al cristianismo y que, si queremos remontarnos aún más en el tiempo, encontraremos también en la costumbre mesopotámica de contarle los pecados del pueblo a un carnero o cordero que luego era obligado a internarse en el desierto para que con su muerte expiara las culpas humanas y, yendo aún más atrás, podemos ver que la inmolación de carneros a la divinidad, con fines propiciatorios, era ya una práctica habitual en civilizaciones como las de los Balcanes Orientales (c. 6500/6000-5000 a.C.) o la Vinca (c. 5300-3500 a.C.).
Dentro del contexto astrólatra pagano respecto al que seguimos analizando la figura mitificada de Jesús, no puede resultar ya ni una sorpresa el descubrir que, en el mito solar, la constelación de Agnus o Aries, visible durante el equinoccio de primavera, estaba asociada al poder de liberar al mundo de la soberanía del mal.
La veneración de Jesús bajo la forma del Cordero, como símbolo de la identidad redentora del Jesús-Cristo inmolado para salvar a la humanidad, se mantuvo hasta el año 680, fecha en la que, tras el sexto sínodo de Constantinopla, fue sustituida por la figura de Jesús crucificado, que era una forma bastante menos sutil —aunque más adaptada emocionalmente a los nuevos tiempos— de representar el mismo mito y función pagana de los dioses solares jóvenes.
La relación apuntada entre la fiesta pascual y los ritos agrarios primitivos se evidencia también en el contexto de celebración de la Pascua de Pentecostés que conmemora la venida del Espíritu Santo —que es una mistificación de la divinidad femenina que figuraba en las trinidades teológicas anteriores al pueblo hebreo, pero que mantiene su mismo simbolismo como Energía universal o anima mundi, dadora de sabiduría y origen de la fertilidad generadora— sobre los apóstoles. Esta festividad, que en recuerdo a su verdadero origen aún se denomina Pascua granada en algunas zonas (como Cataluña, por ejemplo), se celebra siete semanas más tarde de la Pascua de Resurrección, justo en el momento cuando se empiezan a recolectar los frutos de la tierra. Su antecesora más inmediata fue la Fiesta de las Primicias, que los hebreos, siguiendo tradiciones anteriores y comunes a muchos otros pueblos, celebraban con toda solemnidad también cincuenta días después del inicio de la primavera.
También sobreviven clarísimos restos de su origen pagano en las fechas en que los cristianos actuales celebran la Navidad y la adoración de los «Reyes Magos». La elección del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo no obedeció, ni mucho menos, a que ése hubiese sido el día en que nació el Jesús de Nazaret histórico; este día no fue adoptado por la Iglesia como tal hasta el siglo IV (entre los años 354 y 360), de la mano del papa Liberio (352-366), y su finalidad fue la de cristianizar —ya que no habían podido vencerle o proscribirle hasta entonces— el muy popular y extendido culto al Sol Invictus.
En la Navidad, solsticio de invierno en el hemisferio norte, el sol alcanza su cénit en el punto más bajo y desde este momento el día comienza a alargarse progresivamente —hasta llegar al solsticio de verano (21 de junio) en que invierte su curso—; era, pues, para los antiguos, el auténtico nacimiento del Sol y, con él, toda la Naturaleza empezaba a despertar lentamente de su letargo invernal y los humanos veían renovadas sus esperanzas de supervivencia gracias a la fertilidad de la tierra que garantizaba la presencia del divino Sol Invictus. Esa fecha, concretada en el 25 de diciembre —día de la conmemoración del natalicio de dioses solares jóvenes, precedentes claros del Jesús-Cristo, como Mitra o Baco/Dionisos, llamado también el Salvador—, alcanzó una importancia indiscutible, desde muchísimo antes de la época cristiana, en todas las culturas, ya que éstas eran básicamente agrarias.
El predominio agrario dentro de la esfera de influencia del cristianismo se ha mantenido hasta hace apenas un siglo, cuando, con el paso a la era industrial, el progresivo alejamiento de la naturaleza y la notable independencia de los agricultores respecto a los ciclos naturales —gracias al desarrollo de la agro-industria— llevó también hacia el olvido de los mitos ancestrales; un olvido que, finalmente, se ha traducido en la celebración esperpéntica, vacua, hipócrita, comercializada y falta de sentido que caracteriza la Navidad en las sociedades occidentales desarrolladas. Y el mismo fenómeno lamentable ha sucedido con el resto de fiestas cristianas de base pagana (eso es, agrícola).
Cuando un pueblo de creyentes olvida el significado de sus mitos, o éstos se vuelven obsoletos, la religión que los administra se convierte rápidamente en una vulgar burocracia de dudosa utilidad. No son pocos los teólogos actuales que sitúan ya a la Iglesia católica occidental en el apogeo de este estadio funcional basado en la mera burocratización de lo sacro.
Retomando el hilo histórico, tras este inciso, recordaremos que, corno consecuencia de las campañas bélicas del cónsul Pompeyo, durante el siglo I a.C., los misterios de Mitra y del Sol Invencible se difundieron con mucha fuerza por todo el Imperio romano. El apelativo de Sol Divinus (sirio), Sactissimus (semítico) o Aeternus (mesopotámico) denotaba atributos de Mitra, Baal u otros grandes dioses de la antigüedad, pero, finalmente, a partir del siglo II d.C., se impuso el concepto de Sol o Dios Invictus para significar el poder eterno que tiene el dios solar para renacer siempre victorioso de las tinieblas en las que se sumerge y muere a diario. El Sol Invicto, aunque podía representar genéricamente a todos los dioses solares de la teología romana, identificaba fundamentalmente a Mitra —Deo Solí Invicto Mithrae, se lee en muchas epigrafías romanas— y desbancó definitivamente al antiguo panteón presidido por el dios Júpiter.                     
El avance del culto solar podemos apreciarlo perfectamente en las monedas imperiales de la época. Así, desde Nerón (54-68), la corona de laurel que ceñía la cabeza de los monarcas anteriores fue sustituida por la corona radiada de Helios —Sol Victrix, Sol Victorioso—, remarcando de este modo que en los emperadores romanos —como ya antes había sucedido en los reyes caldeos, egipcios, chinos, etc.— se había materializado la sustancia y voluntad divina; y desde Antonino Pío (138-161) la corona radiada fue cambiada por el nimbus o aureola, un antiguo símbolo solar que, como veremos más adelante, fue también adoptado por los cristianos para identificar a sus personajes más relevantes. Aureliano (269-275), que instituyó el culto oficial al Sol Invictus, hizo grabar en las monedas que acuñó la frase «Deus et Dominus natus» (nacido Dios y Señor), y Probo (276-282) confirmó la divinidad solar y su relación con el monarca al identificarse bajo la leyenda «Soli Invicti Comiti Augusti» (consagrado a acompañar al Sol Invicto).
De hecho, está documentado que hasta el propio emperador Constantino (306-337) —gracias al cual se impuso la Iglesia católica romana— ordenó sacrificios en honor del Sol, acuñó monedas con la frase «Soli Invicto Comiti, Angusti Nostri», impuso que sus ejércitos recitaran cada domingo —día del Sol— una plegaria al «Dios que da la victoria», etc.; al llegar al poder su segundo hijo, Constancio II (337-361), se proscribió todo culto a las divinidades paganas y el papa Liberio, como ya señalamos, sobrepuso la celebración del nacimiento de Jesús al del Sol Invictus Mitra. Constancio murió cuando se disponía a enfrentarse a Juliano (361-363), que había sido proclamado por las legiones y al que la Iglesia, ya poderosa, puso el sobrenombre de el Apóstata por haber intentado restablecer la heliolatría.
Desde esos días, la mítica solar de Jesús-Cristo desbancó al Sol Invictus de quien todo lo había plagiado y tomó su mismo lugar adaptando su propia forma externa al sólido molde de creencias legendarias que había dejado el culto pagano. Está bien documentado que Mitra nació de virgen un 25 de diciembre, en una cueva o gruta, que fue adorado por pastores y magos, fue perseguido, hizo milagros, fue muerto y resucitó al tercer día... y que el rito central de su culto era la eucaristía con la forma y fórmulas verbales idénticas a las que acabaría adoptando la Iglesia cristiana.
A tal punto son iguales el ritual pagano de Mitra y el supuestamente instituido por Jesús, que san Justino (c. 100-165 d.C.), en su I Apología, cuando defiende la liturgia cristiana frente a la pagana, se ve forzado a intentar invertir la realidad y encubrir el plagio cristiano afirmando que «a imitación de lo cual [de la eucaristía cristiana], el diablo hizo lo propio con los Misterios de Mitra, pues vosotros sabéis o podéis saber que ellos toman también pan y una copa de vino en los sacrificios de aquellos que están iniciados y pronuncian ciertas palabras sobre ello». La astucia del diablo, según la pinta Justino, es inusitada, ¡mira que instaurar la eucaristía cristiana en un culto pagano cientos de años antes de que nadie —incluidos los propios profetas de Dios— pudiese imaginar que una sectilla judía acabaría por convertirse en la poderosa Iglesia católica romana!
Un hecho similar al de la Natividad del Señor sucedió con la celebración de la fiesta que le sigue, la de la llegada de los Reyes Magos, el 6 de enero. Ese mismo día, en la Alejandría egipcia (cuna de aspectos fundamentales de la doctrina cristiana), se festejaba el festival de Core «la Doncella» —identificada con la diosa Isis— y el nacimiento de su nuevo Aion —personificación sincrética de Osiris—; el parto de Core/Isis era anunciado, desde hacía milenios, por la elevación en el horizonte de la estrella brillante Sotis (Sirius) —la estrella . de Mt 2,2—, el signo que precedía al desbordamiento de las aguas del río Nilo a través de las cuales el dios muerto y resucitado Osiris extendía su gracia fertilizando y vivificando a todas las tierras ribereñas.
Al respecto, está cargado de razón el mitólogo Joseph Campbell cuando, refiriéndose a las fechas en que la Iglesia católica celebra las fiestas de Navidad y Reyes, afirma que fueron adoptadas tardíamente «posiblemente para absorber el festival del nacimiento de Mitra de la roca madre. Porque el 25 de diciembre señalaba en aquellos siglos el solsticio de invierno: de forma que ahora Cristo, como Mitra y el emperador de Roma, podía ser reconocido como el sol ascendente. Así tenemos dos mitos y dos fechas de la escena de la Natividad, el 25 de diciembre y el 6 de enero, con asociaciones que señalan de un lado a Persia y de otro a la antigua esfera egipcia», tal como ya habíamos apuntado con anterioridad.
A los cristianos de esos días, acostumbrados como estaban a creer cualquier cosa que figurase mencionada previamente, sin importar en qué sentido ni contexto, en algún rincón del Antiguo Testamento, no les costó nada asimilar el Sol Invictus pagano con el «sol de justicia» citado en Malaquías; aunque ambos conceptos expresaban significados incompatibles entre sí, el papa Liberio, avalado por la fuerza legisladora y represora de Constancio II, se las arregló para que en todo el Imperio romano el Sol de Jesús-Cristo comenzase a brillar en exclusiva basándose en los mismos mitos paganos que hasta entonces habían sido patrimonio del Deo Solí Invicto Mithrae.
Otro resto de la simbología solar pagana aún presente en el cristianismo es el nimbo (nimbus) o aureola que rodea la cabeza de Cristo, de sus apóstoles y de los santos cristianos más destacados. Este tipo de halo santificador adornaba la cabeza de los dioses solares en Egipto, Persia, Grecia, China, Tíbet, Japón, India, Perú, etc., y aparece ya en las representaciones iconográficas de los fundadores y/o figuras relevantes de las religiones precristianas. Así, por ejemplo, llevan nimbo las figuras del dios solar Ra del Antiguo Egipto, del dios griego Apolo, de Buda y sus principales discípulos y, en general, de todas cuantas personas fueron tenidas por santas en Oriente.                                                                       
Aún hoy día, en los impresionantes templos rupestres de las cuevas de Ellora (a 30 kilómetros de Aurangabad, en el estado indio de Maharashtra Norte), puede verse la figura de Indrani —la esposa de Indra, que fue el principal dios de la India en la antigüedad— sosteniendo en sus brazos al niño Dios-Sol y llevando ambos alrededor de sus cabezas un halo similar al de la Virgen y el Niño cristianos. También con la cabeza aureolada se representa, en antiguas pinturas, al niño Krisna siendo amamantado por su madre Devakî.             
En todas las culturas antiguas, al margen de un reflejo de la gloria celeste representada por el Sol, el nimbo era un símbolo de realeza. Y así lo tomaron también los primitivos artistas cristianos, que representaron con halo áureo no sólo a Cristo y los santos sino, también, a los llamados emperadores cristianos (Trajano, Antonino Pío, Constantino, Justiniano, etc.), tal como puede verse en las monedas y medallas de la época.                                                                          
El famoso crismón, símbolo fundamental de la Iglesia cristiana primitiva, es un clarísimo signo solar. En una de sus formas está constituido por las letras I y X (iniciales griegas de Iesous Xristos) superpuestas, mientras que en el llamado «crismón constantiniano» se emplean la X y la P, que son las dos primeras letras del nombre Cristo en griego; esta segunda forma no se distingue de la primera «más que por la adición del bucle de la P, del que Guénon ha señalado que representaba el sol elevado a la cumbre del eje del mundo, o también el agujero de la aguja, la puerta estrecha, y finalmente hasta la puerta del sol por donde se efectúa la salida del cosmos, fruto de la Redención por Cristo. A este símbolo debe allegarse la antigua marca corporativa del cuatro de cifra, donde la P se reemplaza simplemente por un 4, emparentado precisamente con la cruz».
La cruz, en sus múltiples formas, es un símbolo procedente de la prehistoria, tiene su origen en los cultos solares y es un símbolo fundamental de la humanidad que ha estado presente en todas las culturas del planeta. Así pues, la elección del signo de la cruz por los primeros cristianos fue totalmente adecuada ya que ésta simbolizaba al Jesús-Cristo o Sol Invictus, razón por la cual también el crismón, con el fin de reforzar su significado astral, comenzó a representarse dentro de la antigua rueda solar. En la historia cristiana, sólo muy tardíamente se comenzó a tener a la cruz como el emblema de la «Pasión de Cristo» y de la Salvación que se derivó de ella.
La interrelación de los diferentes símbolos y creencias paganas de que venimos hablando en los últimos apartados fue explicada ya adecuadamente por Pierre Saintyves, en 1908, en un pequeño ensayo de mitología comparada que resulta tan erudito como ameno: «Hubo un tiempo en el que la astrolatría, y sobre todo el culto al Sol, tomó el relevo, como culto oficial, del culto naturalista a las piedras, los árboles y las aguas. Esta superposición se produjo bajo la doble influencia de la observación del firmamento y de la práctica de los ritos agrarios, necesariamente estacionales. Y así ocurrió que estos últimos ritos, orientados esencialmente hacia la fecundidad de la tierra, fueron utilizados con el fin de influir sobre los movimientos de los astros que regulan las estaciones. Y de este modo, antiquísimos ritos de fecundidad, semi-totémicos y semiagrícolas, fueron traspasados hacia el culto solar. Se olvidó su origen, pero no el fin con el que se habían de emplear. Nacieron entonces estos relatos de la encarnación del Sol. Sobre los ritos de fecundidad, utilizados para hacer más activo al Sol, se injertaron estas historias divinas que, bajo tantas formas diferentes, fueron la delicia de nuestra infancia.
»De este modo —prosigue Saintyves— la anunciación de la venida de un dios se incorpora a la anunciación de la primavera y a los ritos que preparaban su llegada. La estrella de la natividad se convirtió en la estrella que anuncia la próxima llegada de la dulce estación. Los sacerdotes del antiguo Egipto tenían el deber de comunicar al pueblo la aparición de Sirio, presagio de la próxima primavera y de la resurrección de Osiris. La exposición del hijo que deberá destronar a su padre o a su abuelo se convertirá en la ocasión del triunfo del nuevo Sol, que deberá expulsar al antiguo y decrépito. La alegría de los padres en el nacimiento de un nuevo hijo tendrá su equivalente en el milagro del hosannah que canta toda la naturaleza en honor del Sol primaveral o del Sol naciente. Crecen los capullos, se abren las flores, cantan los pájaros y los hombres comienzan de nuevo a tener esperanzas. Nadie podrá dudar que el tema del hosannah milagroso se relaciona claramente con los alegres ritos practicados en las jubilosas fiestas paganas, que participan a la vez del carácter de nuestras Navidades y nuestras Pascuas.»
Mucho antes que Saintyves, Juan de Médicis, que sería proclamado Papa bajo el nombre de León X (1513-1521), en una carta dirigida al cardenal Bembo —según lo recogió su contemporáneo Pico della Mirándola—, había dejado entrever con claridad el pensamiento más íntimo de la cúpula de la Iglesia católica cuando escribió: «Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo.»

viernes, 18 de marzo de 2011

VIERNES CUCHILLERO: Aún estás en mis sueños

Aún estás en mis sueños: Rata Blanca




Hoy desperté con un montón
De marcas en mi piel
Alguien por la noche me las dejó.

Quiero saber si esto fue la magia
De tus labios
Hay perfume de mujer
Flotando aquí.

El conjuro de un cuento de amor
Ya me atrapó lo puedo sentir.

Y por las noches puedo sentir su calor
Su dulce magia me hace perder la razón
Y de mis sueños creo que un día escapó
Para esconderse dentro de mi corazón.

Cómo escapar nada real,
No importa conocer, sólo esperaré hasta dormir
Estoy aquí, frente al gran espejo
Para convencer a los duendes que dirán
Cómo llegar a aprender el hechizo ideal
Que junte los sueños con la realidad.

Y por las noches puedo sentir su calor
Su dulce magia, me hace perder la razón
Y de mis sueños creo que un día escapó
Para esconderse dentro de mi corazón.

Y por las noches puedo sentir su calor
Su dulce magia, me hace perder la razón
Y de mis sueños creo que un día escapó
Para esconderse dentro de mi corazón.

Y por las noches puedo sentir su calor
Su dulce magia, me hace perder la razón
Y de mis sueños creo que un día escapó
Para esconderse dentro de mi corazón.


Aún estás en mis sueños
¡Dentro de mi corazón

lunes, 14 de marzo de 2011

PRINCESA EN LA TORRE: VERSION METAL

hay una princesa en un castillo y esta cutodiada por un dragon y el genero debe rescatarla

Así se abordaría esa situación según cada estilo:

* Heavy Metal: El protagonista llega al castillo en una Harley Davidson, mata al dragón, se toma unas chelas con la princesa y después se la tira.

* Thrash Metal: El protagonista llega al castillo, pelea con el dragón armado con ametralladoras, granadas lanzamisiles y un tanque de guerra, salva a la princesa y se la tira de todas las formas posibles a ritmo de Battery.

* Death Metal: El protagonista llega, mata al dragón, se tira a la princesa, la mata a golpes y se va…

* Black Metal: Llega de madrugada, en medio de la neblina, mata al dragón y lo empala frente al castillo. Sodomiza a la princesa, la corta con una daga y bebe su sangre en un ritual, y la ofrece a lucifer. Una vez muerta se la vuelve a follar, la quema y la vuelve a follar. Después descubre que ella no era virgen y la empala junto al dragón.

* Power Metal: El protagonista llega al castillo en un caballo blanco alado, armado con una espada forjada por enanos y gigantes encomendada por el rey supremo, escapa del dragón, salva a la princesa, se van lejos a un lugar paradisíaco y hacen el amor.

* Progressive Metal: Llega, toca un solo virtuoso de guitarra de 31 minutos. El dragón se mata de tanto tedio. Llega donde la princesa y toca otro solo explorando todas las técnicas de tonos y compases aprendidas en el último año en el conservatorio. La princesa saca un MP5 matando al susodicho rockero y termina buscando al Thrasher.

* True/Epic Metal: El protagonista llega al castillo y vence al dragón en una batalla encarnizada y levanta su espada Bañada en la sangre del dragón, y hace el amor con la princesa en el castillo.

* Viking Metal: El protagonista llega en un navío, descuartiza al dragón con un hacha, lo cocina y se lo come. Viola a la princesa, saquea el castillo y le prende fuego a todo antes de irse.

* Brutal Death Metal: El protagonista llega, coje al dragón, toca un solo de Cannibal Corpse hasta que al dragón le sangran los oidos, el dragón muere, sube al castillo coje a la princesa le parte un brazo, se lo arranca del cuerpo, se lo mete por el culo, despues tira a la princesa desde la torre, finalmente el portagonista se queda el castillo.

* Doom Metal: El día cubierto por las nubes, una tromenta muy fuerte, el sonido de la lluvia, el protagonista llega con su melena por el culo con la cabeza agachada y con un acha en la mano, ve al dragón y siente compasión por él, le da lastima matarlo...

se sienta con el dragón y le empieza a contar sus penas y los demonios que no dejan de atormentarle, despues de ello el dragón se deprime junto con el protagonista y los 2 se suicidan, al final la princesa ve muerto al protagonista, le entra una pena increible y tambien se suicida con su acha... pero antes de ello se tira al cuerpo del protagonista sin vida para morir satisfecha.

* Gore Metal: Llega, mata al dragón. Sube al castillo, viola a la princesa y la mata. La vuelve a violar, quema el cadáver de la princesa, la vuelve a violar, la descuartiza, la vuelve a violar, le vomita encima, la vuelve a violar, la sumerge en acido y los restos se los bebe junto con un barril de gasolina para finalmente tragarse un cerillo y morir inmolado.

* Folk Metal: El protagonista llega con varios amigos tocando el acordeón, gaitas, violín, y otros instrumentos extraños. El dragón se queda dormido de tanto danzar, y luego se van… sin la princesa.

* Nu Metal: Llega al castillo y se jacta de lo bueno que es peleando y de que es capaz de ganarle al dragón. Pierde miserablemente y queda hecho mierda. Huye y encuentra a la princesa, le cuenta su trágica infancia. La princesa lo cachetea y se va a buscar al protagonista de “Heavy Metal”. El protagonista “Nu” se toma un prozak y se va a grabar un disco de “The best of… para despues caer en el olvido despues de su tercer album.

* Hard Rock: Llega al castillo en un convertible rojo, acompañado de dos rubias pechugonas y tomándose una botella de Jack Daniels. Mata al dragón con un cuchillo y lo remata con una escopeta. Posteriormente hace una orgía con las rubias y la princesa.

* Glam Rock: Llega al castillo. El dragón se ríe tanto al verlo que lo deja pasar. Entra al castillo, se roba la laca y el lápiz labial de la princesa. Luego convence al dragón de pintar el castillo de rosado y hacerse unos rayitos. Posteriormente le practica sexo oral al dragon y muere de una sobredosis de poppers.

* Rock N' Roll Clásico: Llega en una moto fumándose un toque de mota y se lo ofrece al dragón, que resultó que era su amigo. Luego acampa con la princesa en la parte más apartada del jardín, y después de mucho sexo, drogas y rockn’ roll, tiene una sobredosis de LSD y muere ahogado en su propio vómito.

* Funk: El Funk llega con su poncho de colores, con unas trenzas tan apretadas que le da dolor de estomago al dragon, y con una cabellera tan colorida y psicodelica que con solo verlo, el dragon cae hipnotizado, y muy drogado. Al llegar donde esta la princesa, el dragon se levanta y este saca sus plantas alucinojenas que comparte con la princesa y el mismo dragon, acompañado de un solo de guitarra Funk al que Yngwie Malmsteen le tendria envidia.

Y no podrian faltar…

* Punk: Llega en pedo,le tira un coctel molotov al dragon,luego le da con una cadena y sale rajando mientras se cubre la cara y le tira piedras al cadaver. Pinta la “A” de anarquía en un muro del castillo, rompe todas las ventanas del castillo. Le hace un “mohawk” a la princesa y pone un puesto de fanzines en el pasadizo del castillo.

* Ska: Llega el protagonista acompañado de 45 fetos de secundaria. Se enfrentan al dragón a punta de patinetazos, 15 mueren calcinados, 10 pisoteados, 15 devorados y los otros 5 huyen de la escena. El protagonista junto con la princesa devorados por el dragón.

* Emo: El protagonista llega al castillo,ve al dragón, se acojona como maricona que es y se va a presumir a sus amiguitas de que se corta las venas cuando en realidad lo hace aposta con las pezuñas de su gato.

* Pop: El protagonista llega bailando con un traje blanco, el dragón escupe fuego y muere calcinado.

* Reggae: El protagonista nunca llega por estar en un “viaje”

* Grunge: El protagonista hace que el dragón se mate, la princesa rechaza al protagonista y este se suicida.

* Hip-Hop: El protagonista deslumbra al dragón por tanto bling-bling. El protagonista cambia a dos mujeres moviendo las nalgas por la princesa. El dragón acepta. El protagonista se arrepiente y manda traer a su banda para que maten a palazos al dragon por racista.

* Ranchero: Le llevan serenata al dragón, la princesa se encela y mata al dragón y luego los rancheros la matan.

* Cumbia: El protagonista llega con 40 weyes en una mini-van, todos se bajan con acordeones y bacacho pirata, se ponen borrachos y se matan unos a otros.

* Electrónico: Se hace un rave en el castillo y todos mueren por sobredosis.

* Rusty Eye: El protagonista demanda al dragon por haberle quitado los derechos reservados que tenia sobre la princesa. Gana la demanda y se va con la princesa a Los Angeles a buscar la fama.

* Reggaetón: El protagonista llega junto con una caravana de autos lujosos y una bola de viejas celuliticas con poca ropa en una Hummer, pone a unas viejas a bailarle al dragón pero como no le gustan se come a una de ellas y muere intoxicado por el silicon de sus tetas, el protagonista llega a la torre pero se da cuenta de que la princesa ya se habia ido con el protagonista del Heavy Metal.

* Axé: El protagonista lleva a todo un carnaval tras de el, invitan al dragón y a la princesa a bailar y después de 10 días de no parar ambos mueren y el protagonista sse va bailando y con “su buena vibra”.

* Cumbias villeras: Llegan los negros con los rayadores y el tecladito ese que va colgado. El dragón se desmaya por el olor a vino barato que emanan y la princesa sale con un Tanque con lanzallamas usando Esvastica de insignia y los hace mierda a todos.

domingo, 13 de marzo de 2011

LUZ DEL DOMINGO VII

El decorado pagano habitual: señales celestes, magos, pastores,
ángeles cantores, animales amables y un rey que persigue al niño divino


En la mayoría de los relatos acerca del nacimiento de dioses o de héroes se refiere la aparición de estrellas u otras seña-les celestes que anuncian la calidad sobrenatural del recién nacido. Así, por ejemplo, en la leyenda china de Buda se habla de una milagrosa luz celeste que anunció su concepción; en el Bhâgavata-Purâna se cuenta como un meteoro luminoso anunció el nacimiento de Krisna; el historiador Justino refiere cómo la grandeza futura del rey Mitríades ya había sido anunciada por la aparición de un cometa en el momento de su nacimiento y en el de su ascensión al trono; el día que Julio César nació apareció la estrella Ira en el firmamento y, según Suetonio, no volvió a aparecer hasta la víspera de la batalla de Farsalia; según recogió Servio del marino Varrón, Eneas, tras su salida de Troya, vio a diario la estrella Venus y al dejar de verla, llegado ya a los campos Laurentinos, supo así que ésas eran las tierras que le asignaba el destino.    
     
Al mismísimo Orígenes, teólogo fundamental para el desarrollo del cristianismo, debemos la siguiente defensa de la veracidad de las señales celestes: «Yo creo que la estrella que apareció en Oriente era de una especie nueva y que no tenía nada en común con las estrellas que vemos en el firmamento o en las órbitas inferiores, sino que, más bien, estaba próxima a la naturaleza de los cometas. (...) He aquí las pruebas de mi opinión. Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la Tierra siempre han aparecido astros de este tipo que presagiaban: revoluciones en el Imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo. (...) Así pues, si es cierto que se vieron aparecer cometas o algún otro astro de esta misma naturaleza con ocasión del establecimiento de alguna nueva monarquía, o en el transcurso de algún cambio importante en los asuntos humanos, no debemos extrañarnos de que haya aparecido una nueva estrella con ocasión del nacimiento de una persona que iba a originar un cambio tan radical entre los hombres. (...) Por lo que se refiere a los cometas, podría decir que nunca se vio que ningún oráculo haya predicho que aparecería tal cometa en tal ocasión, o con el establecimiento de tal imperio; mientras que, en lo que respecta al nacimiento de Jesús, ya Balam lo había predicho.»

Si acudimos al Evangelio de Mateo podremos leer el único relato neotestamentario que habla de la «estrella de Navidad». Dice así: «Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. (...) Después de haber oído al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño...» (Mt 2,1-12).      
    
En el Evangelio citado se aplica una práctica, habitual entre los cristianos de los primeros siglos, consistente en dar por verdadero cualquier hecho procedente de la tradición que pudiese ser relacionado con algún texto bíblico que anunciase su realización; esta forma de autentificación no sólo llevó a sacar de contexto decenas de frases supuestamente proféticas sino que, a menudo, forzó la invención de sucesos para validar lo que con anterioridad se consideraban profecías.         

Así, Mateo, con su narración, da forma material y carga de sentido como «profecía mesiánica» a una sola de entre las muchas frases inocentes y metafóricas pronunciadas, al estilo oracular, por Balam mientras está en Bamot Baal; la frase —en la que también se apoyó Orígenes—, que es usada desligándola de su contexto, dice: «Álzase de Jacob una estrella, Surge de Israel un cetro...» (Núm 24,17). Pero, por otra parte, la presencia en el relato de Mateo de los «magos», que obvia-mente son sacerdotes astrólogos persas —y que no aparecen en ningún otro texto del Nuevo Testamento—, aporta también una pista inmejorable para ratificar que el origen de la «estrella de Navidad» debe buscarse en el contexto pagano de adoración a los astros que pervivía aún en el sustrato de muchas leyendas dadas por ciertas en esa época.  
                  
De este contexto astrólatra son ejemplos bien conocidos tradiciones como la egipcia que, desde época inmemorial, consideraba la aparición de la estrella brillante Sotis (Sirio), en una parte determinada del firmamento, como el anuncio del nacimiento anual de Osiris y de la llegada al mundo de su poder vivificante (materializado en la crecida del Nilo); o rituales como los efectuados en Persia, donde, desde tiempos del rey Darío I (521-486 a.C.) y probablemente desde cientos de años antes, los magos/sacerdotes ya solían ofrecer a Ahura-Mazda (el dios solar principal) los presentes del oro, incienso y mirra que se citan en Mt 2,11.

San Ignacio de Antioquía, obispo y padre de la Iglesia, que vivió durante el siglo I d.C. en el mismísimo centro de expansión de las creencias mágicas y astrológicas caldeas, aportó una versión complementaria del relato de Mateo en la que se destaca aún más su carácter astrológico pagano: «Un astro brillaba en el cielo más que todos los restantes, su situación era inexplicable, y su novedad causaba asombro. Los demás astros, junto con el Sol y la Luna, formaban un coro en torno a este nuevo astro, que los superaba a todos por su resplandor. La gente se preguntaba de dónde vendría este nuevo objeto, diferente de todos los demás.» Resulta bastante claro que el origen sirio —país cuna de los maestros en el arte astrológico— del obispo de Antioquía le hizo ser un poco más explícito que a Mateo.         
                                  
Los hechos prodigiosos que acompañaron el nacimiento de Jesús, según la versión de Mateo, se ven ampliados —aunque no confirmados, y viceversa— en Lucas: «Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso, y de noche se turnaban velando sobre el rebaño. Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvía con su luz, quedando ellos sobrecogidos de gran temor. Díjoles el ángel: No temáis, os traigo una buena nueva, una gran alegría, que es para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad"» (Lc 2,8-14).          
                                       
Resulta curioso, cuando menos, que el ángel del Señor que aparece en Lucas no orientase a los pastores en referencia a la estrella brillante que, según Mateo, estaba parada sobre el lugar donde reposaba el niño, ya que, incluso dirigiéndose a lugareños conocedores del terreno, era mucho más lógico haberles dado como señal la luz de una estrella anormal que mandarles buscar, en plena noche, un bebé en pañales oculto en alguno de los muchos pesebres de la zona. También resulta pintoresco que los tres reyes magos, después de las molestias tomadas para realizar su largo viaje, no sean mencionados por Lucas, ni se los haga testigos y partícipes del glorioso concierto dado por las huestes celestiales a los pastores.

Parece obvio que tanto Mateo como Lucas, que no se conocieron y que escribieron sus evangelios en tierras diferentes, Egipto y Roma respectivamente, adornaron su relato sobre Jesús inspirándose en leyendas ya existentes pero que gozaban de diferente prestigio en un lugar u otro; por eso Mateo tiñó de orientalismo populachero el nacimiento de Jesús mientras que Lucas torció la mano para adaptarse a tradiciones míticas que fuesen más creíbles en la capital del imperio.   
         
La narración de Lucas ya tenía antecedentes bien ilustres y conocidos en todo el mundo de entonces cuando el evangelista cristiano incorporó un tipo ya clásico de mito al personaje de Jesús. Así, por ejemplo, cuando nació Buda (c. 565 a.C.), según el texto del Lalita Vistara, la tierra tembló, oleadas de lluvias perfumadas y de flores de loto cayeron de un cielo sin nubes, mientras que los devas —o «divinidades resplandecientes», equivalentes a los ángeles y arcángeles católicos—, acompañados de sus instrumentos, cantaban en los aires: «Hoy ha nacido Bodhisattva sobre la tierra para dar paz y alegría a los hombres y a los devas, para expandir la luz por los rincones oscuros y para devolver la vista a los ciegos.»
En el momento del nacimiento de Krisna todos los devas dejaron sus carros en el cielo y, haciéndose invisibles, fueron hasta la casa de Mathura en la que estaba por nacer el niño divino y, uniendo sus manos, se pusieron a recitar los Vedas y a cantar alabanzas en honor de Krisna y aunque nadie los vio, según apunta la leyenda, todo el mundo pudo oír sus cantos; después del nacimiento, todos los pastores de la región le llevaron felicitaciones y regalos a Nanda, el criado encargado de cuidarle.

Durante el nacimiento de Confucio (551 a.C.) aparecieron dos dragones en el aire por encima de su casa y cinco venerables ancianos, que representaban a los cinco planetas conocidos entonces, entraron en la habitación del parto a honrar al recién nacido; una música armoniosa llenó los aires y una voz proveniente del cielo exclamó: «Éste es el hijo del cielo, el divino infante, y es por él por lo que la tierra vibra en  melodioso acorde.» Cabe señalar que las tradiciones relacionadas con Buda, Krisna y Confucio se habían desarrollado entre pueblos agrarios y en un momento en que el «hijo del cielo» aún presidía cada año la sagrada ceremonia de la siembra.  
                                                                    
En el mismo contexto agrario o pagano —el término pro-cede del latín paganus, campesino, y pagus, aldea— se originó esa bella estampa, popularizada por los belenes navideños, del buey y el asno adorando y calentando amablemente al niño Jesús acostado en el pesebre. Esta escena, sin embargo, a pesar de ser tan querida por la Iglesia y por sus fieles y de haber sido consagrada por una práctica litúrgica universal, no aparece descrita en ninguno de los Evangelios canónicos... aunque sí figura en el texto al que debemos la historia de la Navidad tal como se la conoce hasta el día de hoy, eso es el evangelio apócrifo denominado Pseudo-Mateo, donde, en su capítulo XIV, se lee: «El tercer día después del nacimiento del Señor, María salió de la gruta, y entró en un establo, y depositó al niño en el pesebre, y el buey y el asno lo adoraron. Entonces se cumplió lo que había anunciado el profeta Isaías: "El buey ha conocido a su dueño y el asno el pesebre de su señor." Y estos mismos animales, que tenían al niño entre ellos, lo adoraban sin cesar. Entonces se cumplió lo que anunció Habacuc: "Te manifestarás entre dos animales." Y José y María permanecieron en este sitio con el niño durante tres días.»   
                                                            
La tradición de los animales adoradores y/o auxiliadores de personajes extraordinarios la encontramos también en todas las culturas anteriores al cristianismo. Desde la cercana leyenda romana de Rómulo y Remo, hijos gemelos de Rea Silvia y del dios Marte y fundadores de Roma, que, al nacer, fueron lanzados al río Tíber dentro de una cesta de mimbre, siendo salvados y amamantados por una loba hasta que el pastor Fáustulo los encontró y crió. Hasta las leyendas esparcidas por toda Asia que reproducen tradiciones antiquísimas como las de Tchu-Mong (Corea), Tong-Ming (Manchuria) o Heu-tsi (China); de este último, por ejemplo, se cuenta que «su dulce madre lo trajo al mundo en un pequeño establo al lado del camino; los bueyes y corderos lo calentaron con su aliento. Acudieron a él los habitantes de los bosques, a pesar del rigor del frío, y las aves volaron hacia el niño como para cubrirlo con sus alas».    
                                        
Es muy probable que este tipo de leyendas se hubiese desarrollado a partir de la costumbre ancestral, ésa sí real y extendida por todo el planeta, de exponer a los recién nacidos que se suponía ilegítimos a los animales salvajes o domésticos o a las aguas abiertas (ríos o mares). La «prueba del río», por ejemplo, que servía para reconocer como legítimos sólo aquellos bebés que las aguas devolvían con vida a la orilla, era conocida y practicada entre la mayoría de pueblos de la antigüedad (culturas mesopotámicas y semíticas, hebreos incluidos, árabes, germanos, griegos, romanos, etc.).        
                           
En los casos en que el recién nacido sobrevivía a la «exposición» a los animales salvajes o al agua y se daba la circunstancia de que el padre no había podido mantener de ninguna manera relaciones sexuales con la madre (por estar éste navegando o en la guerra, por ejemplo), se consideraba que la criatura había sido engendrada por algún dios, declaración que devolvía la paz a la familia y llenaba de orgullo al padre cornudo por la gracia de Dios. En muchos pueblos del sudeste asiático perduró hasta hace apenas dos siglos la costumbre de matar a toda mujer embarazada de un hombre desconocido... salvo si la madre anunciaba que el padre había sido un dios o un espíritu, caso en el cual era felicitada por todos sus convecinos.   
      
Con el paso de los siglos, durante el desarrollo de los relatos legendarios de los «hijos de Dios», debió creerse oportuno insertar algún episodio de exposición a los animales o a las aguas para, precisamente, rememorando la ancestral tradición agraria, poder señalar que con la supervivencia del bebé quedaba demostrada hasta más allá de cualquier duda la paternidad divina que quería asociarse con el personaje a mitificar. En las leyendas, obligadas a narrar hechos con alguna base histórica, comenzó a ser corriente el sustituir el concepto de «hijo ilegítimo» por el de «varón considerado de riesgo para el sistema de gobierno dominante» que, precisamente por su filiación divina —demostrada por la exposición—, acababa ganando la partida a sus perseguidores.

Los primeros cristianos se limitaron a recoger este tipo de episodio de la exposición a los animales de alguna de las muchísimas tradiciones que circulaban en esa época y la añadieron al aluvión de rasgos míticos paganos que se habían empleado ya para configurar el personaje divinizado de Jesús (y para desfigurar su personalidad histórica verdadera). Pero tal como era su costumbre, certificaron la verdad del hecho acudiendo a los profetas. Revisaron la Biblia —dado que eran cristianos helenizados recurrieron a su traducción griega de los Setenta— y encontraron un versículo fascinante en medio del texto más minúsculo de las Escrituras, en el de Habacuc, donde se profetizaba: «Te manifestarás en medio de los animales», que era un traducción absolutamente errónea del original hebreo que decía —y sigue diciendo en las biblias actuales— «Yo, ¡oh Yavé!, oí tu renombre y he temido, ¡oh Yavé!, tus obras. Dales existencia en el transcurso de los años, manifiéstalas en medio de los tiempos» (Hab 3,2).

El haber partido de un error de bulto en la profecía que confundía manifestarse en medio de los tiempos con hacerlo entre las bestias —y que, en todo caso, podría referirse a cualquier «obra de Yahveh» que pudiese suceder en el mundo (entre las que el nacimiento de Jesús no podía ser más que una posibilidad entre las millones de millones de intervenciones divinas que, según los creyentes, acontecen a diario)— se agravó hasta el esperpento cuando relacionaron lo que jamás dijo Habacuc con lo que nunca pretendió decir Isaías, del que —apoyándose en otra de las profecías gloriosas a que nos tiene acostumbrados la Biblia— se tomó la primera mitad de una frase que dice: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento» (Is 1,3). El sentido de la frase completa de Isaías resulta bien obvio, pero para los cristianos fue la profecía que garantizó la veracidad de sus creencias navideñas. ¡Con qué poco se hizo tanto!

Si recuperamos el relato de Mateo, leemos que «Partido que hubieron [los magos, por un camino que evitaba pasar por el palacio de Herodes], el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y se retiró hacia Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cumpliera lo que había pronunciado el Señor por su profeta, diciendo: "De Egipto llamé a mi hijo." Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los magos. Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías, que dice: "Una voz se oye en Ramá, lamentación y gemido grande; es Raquel, que llora a sus hijos y rehúsa ser consolada, porque no existen"» (Mt 2,13-18).         
                                                             
La narración no tiene desperdicio ya que muestra a un Herodes profundamente estúpido que, aún «turbado» al saber del nacimiento del rey mesías que podía destronarle (Mt 2,3-5), es incapaz de mandar a sus soldados a Belén, situado a poca distancia de su palacio, para prenderle y, en lugar de enviar, al menos, a alguno de sus muchos espías de la corte para que le informasen con diligencia, se quedó esperando las noticias de tres magos desconocidos que se habían declarado adoradores del recién nacido. Un «recién nacido» que, según refiere Mateo, podía tener hasta dos años, con lo que es obligado preguntarse: ¿pasó Jesús sus dos primeros años en un pesebre esperando a los magos?, ¿estuvo Herodes aguardando a los magos durante dos años y no tomó medidas hasta después de pasado ese plazo?, ¿eran tan idiotas los soldados de Herodes que éste les tuvo que mandar asesinar a todos los nacidos de «dos años para abajo» por si no sabían distinguir a un recién nacido de un niño algo mayor?

Los datos históricos reales nos dicen que Herodes no era el rey pasmarote y sanguinario que presenta Mateo, sino todo lo contrario, y denuncian que este suceso es mentira dado que, por ejemplo, no fue reflejado por el historiador judío Flavio Josefo (c. 37-103 d.C.) en sus Antigüedades judías o en cualquiera otra de sus documentadas obras; este autor, que luchó contra los romanos en la guerra judaica, nunca dejó de dar noticia de las persecuciones o masacres cometidas contra su pueblo, resultando del todo imposible que no recogiera —en un relato minucioso, como todos los suyos— la noticia de la matanza de los niños si ésta hubiese acontecido de verdad.

 Esta leyenda, como el resto del mito evangélico sobre Jesús, es falsa y también está tomada de antiguas tradiciones paganas, pero, sin embargo, fue intercalada en Mateo —único texto canónico en que aparece— con una función muy concreta: reforzar la credibilidad del mito básico del cristianismo dando cumplimiento a dos supuestas profecías sobre el Mesías. En el apartado anterior ya vimos cuán comunes habían sido en la antigüedad las leyendas de reyes que, prevenidos por alguna profecía, perseguían a muerte a «hijos de Dios» nacidos de una virgen —que a menudo era la propia hija o hermana del perseguidor— con la intención de evitar su anunciada entronización; un empeño que, lógicamente, la estructura mítica del relato convertía en vano. Fundadores de dinastías reales de todo el planeta y reformadores religiosos cuentan en su haber mítico con un episodio de persecución siendo aún recién nacidos. Sirva de ejemplo prototípico la descripción sucinta de una parte de la leyenda del nacimiento de Krisna, octava encarnación de Vishnú, segunda persona de la trinidad brahamánica, que hacemos seguidamente:   

Los astrólogos —o un diablo, según otra versión del mito— habían pronosticado a Kansa, el tirano de Mathurá, que un hijo de su hermana Devakí le arrebataría la corona y le quitaría la vida, por lo que el soberano ordenó la muerte de su sobrino Krisna tan pronto naciese, pero éste, gracias a la protección de Mahádeva (el Gran Dios o Shiva), pudo ser puesto a salvo por sus padres con la colaboración de la familia de su fiel servidor Nanda, un pastor de vacas que vivía al otro lado del río Yamuná. Cuando se enteró de la desaparición del recién nacido Krisna, el rey Kansa, para asegurarse de la muerte del niño, ordenó la matanza general de cuántos niños varones habitasen en su reino, siendo asesinados todo» menos el divino Krisna.              
                                
Un gran indólogo, el abad Bertrand, dejó escrito que «podemos observar en Jesús-Cristo y en Krisna una identidad de nombre, una similitud en su origen y en su naturaleza divina, una serie de rasgos similares en las circunstancias que han acompañado su nacimiento, puntos de semejanza en sus actos, en los prodigios que han llevado a cabo y en su doctrina. Y sin embargo no tenemos la intención de demostrar que la leyenda de Krisna haya sido calcada a partir del Evangelio».   
                                                                        
La prudencia de este erudito es comprensible y adecuada si tenemos en cuenta que, si bien es cierto que las formas más modernas del mito de Krisna tomaron elementos del mito evangélico de Jesús, conocido en la India a partir de la llegada de comunidades nestorianas a ese país, también está documentado que las formas más arcaicas de la leyenda de Krisna ya incluían lo fundamental de esta narración legendaria. Aunque la redacción del Bhâgavata-Purâna es posterior a los Evangelios, es lógico pensar que su autor hindú no se inspiró en los textos cristianos sino en relatos tradicionales mucho más antiguos que ya contenían la leyenda, y viceversa. Y lo mismo puede afirmarse respecto a la aparición de la misma historia en la leyenda de Buda, que es un personaje muy anterior a Jesús y Krisna.

El origen de la historia mítica pudo proceder de oriente, tal vez de la propia India o de Egipto —lugar donde fue redactado el Evangelio de Mateo hacia el año 90 d.C.—, y la encontramos en leyendas tan dispares como la de Moisés, salvado de la matanza de niños hebreos ordenada por el faraón (Ex 1,15-22; 2,1-25) para, según la tradición recogida por Flavio Josefo, impedir «la llegada de un niño hebreo destinado a humillar a los egipcios y glorificar a los israelitas»; la de Abraham, muy similar a la de Moisés, según una tradición judía recogida en un Midrash tardío; o la del emperador romano Augusto (62 a.C.-14 d.C.), que se libró de la muerte a la que el Senado condenó a todos los varones nacidos en un mismo año para evitar la aparición de un monarca profetizado.

Antes que todos ellos, aunque dentro del contexto de un universo simbólico diferente, Zeus —padre de los dioses y de los mortales—, según se refiere en la Teogonia de Hesíodo (c. 750 a.C.), ya había escapado de ser devorado al nacer por su propio progenitor, Cronos —que había sido advertido de que uno de sus hijos le arrebataría el trono—, gracias a su madre Rea y a una argucia de su abuela Gea (la Tierra), que lo escondió en Creta y engañó al poderoso Cronos dándole a comer una piedra envuelta en los pañales del nuevo niño-dios. Resulta evidente, pues, que tanto en Oriente como en Occidente la base de esta leyenda circulaba ampliamente y desde muy antiguo.   
                                                       
Establecido ya que la leyenda de la «persecución y huida» existía previamente dentro de la mítica pagana y que estaba asociada al destino triunfante de grandes personajes, queda por analizar un argumento de peso para los creyentes —más bien crédulos—, eso es que dos profetas, Oseas y Jeremías, habían anunciado este suceso. Si revisamos el texto de Mateo antes citado (Mt 2,13-18), encontraremos que la veracidad del relato se basa en que viene a dar cumplimiento a lo dicho en Os 11,1 y en Jer 31,15, una presunción que, tal como es habitual en los pasajes que recurren a las profecías bíblicas, carece de fundamento.             
                                         
El texto de Oseas, que dice exactamente: «Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más se les llama, más se alejan. Ofrecen sacrificios a los baales e incienso a los ídolos...» (Os 11,1-2), sólo puede ser entendido en el contexto ya descrito en el capítulo sobre los profetas. Oseas vivió durante la época de los reyes Jeroboam II y Azarías, cuando Judá estaba sometida al dominio asirio y los cultos paganos (a Baal y otros dioses) ganaban fuerza merced a la debilidad de los monarcas hebreos. Oseas, como su contemporáneo Isaías, rechazó y denunció con fuerza esa situación y tal es el único sentido que tienen los versículos reproducidos y cuantos les siguen. En caso de querer personalizar la frase «de Egipto llamé a mi hijo», que está escrita en tiempo pasado, ésta podría atribuirse, quizás, a Moisés, pero nunca jamás a Jesús.

Con idéntico descaro Mateo pretende apoyar su interesa-da invención de la «matanza de los Inocentes» en los siguientes versículos de Jeremías: «Así dice Yavé: una voz se oye en Ramá, un lamento, amargo llanto. Es Raquel que llora a sus hijos y rehúsa consolarse por sus hijos, pues ya no existen» (Jer 31,15). Dejando al margen que se requiere una imaginación enfermiza para ver en este texto la profecía de la inexistente persecución de Herodes, el despropósito es aún mayor cuando analizamos las palabras empleadas por Jeremías.

Ramá, que significa altozano, era la palabra hebrea empleada para designar a los santuarios paganos, que estaban situados en pequeñas elevaciones del terreno. La Rama de este pasaje bíblico, que en la Vulgata aparece traducida corno in excelso (lugar en lo alto), había sido tomada por el nombre de una localidad en la Biblia de los Setenta y desde este error partió Mateo para identificarla con Belén, ciudad en la que, según Gén 35,19, había sido enterrada Raquel, la mujer del patriarca Jacob.

Aun aceptando la equivocación de considerar a Ramá como un lugar, éste nunca podía ser Belén, situado al sur de Jerusalén, dado que un poco más al norte existía realmente una ciudad denominada Ramá (o Rama); por otra parte, si bien la tradición sitúa la tumba de la esposa de Jacob en Belén, la Raquel a que se refiere Jeremías no pudo ser la Raquel de Jacob ya que a ésta la sobrevivieron sus hijos y, por ello, nunca pudo haber llorado su muerte.

Si se quiere encontrar algún «amargo llanto» relacionado con niños y con Rama, habrá que remontarse muy atrás en el tiempo, hasta los esporádicos sacrificios de niños realizados en los altozanos por los cananeos —de quienes tomaron los israelitas el ritual de sacrificar sobre un altar, aunque evitaron las ofrendas humanas— con la finalidad de intentar aplacar a sus dioses ante el anuncio de alguna futura amenaza o catástrofe pronosticada por los adivinos y astrólogos de esos reyes orientales. Estos hechos fueron perfectamente conocidos por los hebreos y sin duda se sumaron al fondo común de las leyendas paganas acerca de la persecución a muerte de «hijos del Cielo» y las consiguientes masacres de «niños inocentes» ordenadas por viejos reyes tiranos.     
                
Poco a poco, el belén navideño va tomando un significado muy diferente al que nos habían contado en nuestra infancia, pero eso no es todo, ni mucho menos.

sábado, 12 de marzo de 2011

SARATOGA EN GUARANDA: RESEÑA

He aquí lo acontecido en la gran ciudad de Guaranda el pasado 5 de marzo del 2011.

Después de un mortal viaje a la tierra del carnaval tanto como para disfrutar  su fiesta como para reivindicar a Saratoga después de aquel penoso concierto en Quito el año pasado realizamos este tour, debido a la falta de buses en la terminal tuvimos que tomar un bus que se pirateo el viaje, después del trafico maldito en el Boliche y la incomodidad llegamos a la ciudad, a la entrada ya se divisaba la tarima del concierto, así que llegar al lugar no fue difícil. Ya armados con un buen “pájaro azul” y alrededor de las 6 de la tarde entramos al colegio para empezar la espera hasta que toque Saratoga.

El concierto empezó con la banda quiteña Wild Night, que hizo que la gente mientras seguía entrando comience a tomar calor, luego fue Romasanta, cuando la oscuridad y el frío de la noche comenzaba a sentirse, tocó temas de su nuevo disco así como sus clásicos terminando con Sobreviviendo para luego dar paso a otra bandaza: Total Death, quienes le dieron ese son pesado a la gala, sus temas hicieron cabecear a los más duros metalheads que se dieron cita, mientras tocaban entraron dos furgonetas que de seguro traían a Saratoga y a las Priss, unos pocos corrieron a ver si alcanzaban a ver algo, mientras tanto el grupo en el que yo estaba se entretenía ingiriendo el buen trago del lugar para amansar el frío, alrededor de las 9 y media comenzaron a tocar las Priss, que decir de las manes, buenas músicas y bien puestas!!!, con su rock´n´roll de Kiss amenizaron el ambiente, aunque para mi parecer se extendieron demasiado mientras esperábamos a que Saratoga salga al ruedo, luego de un buen show (eso sí) se despidieron las gringuitas y todos comenzaron a contar hasta que salga la banda principal.
Ahí aguantando frío, junto a la man de celeste pueden ver a careverga que no filmaba quieto

La tarima que esperaba, a diferencia de la basura que hubo en La internacional cuando vinieron a Quito, que parecía cd móvil de fiesta de barrio, la de Guaranda estaba bien adecuada, buen sonido y dos pantallas gigantes formaban el escenario, me dispuse a entregar mi filmadora al careverga del Pancho, que me acompañó en este viaje para que documente todo el concierto, mientras yo me alistaba para cuando salgan.

A las 11 de la noche una melodía suave sonó por los parlantes, llegaba el momento, en seguida el poderoso bajo de Niko del Hierro tomaba el pie inicial y acto seguido el coro de Tete anunciaba la apertura del show con “No sufriré jamás  por ti” haciendo que la gente coree con fuerza la canción, siguieron con “el planeta se apaga”, ambas canciones de su último disco Secretos y Revelaciones, pasaron luego a los clásicos: “Tras las Rejas” y  “A Morir” trayendo nostalgia al público por el antiguo Saratoga, luego otra de las nuevas “Luna Llena” canción que me encanta  por cierto, la tónica volvió al pasado con “Mi Ciudad” en donde cambiaron el coro por “Guaranda” en lugar de mi ciudad lo que hizo notar que estaban a gusto, en seguida “Se Olvidó” retumbaba los oídos de la gente y seguían los recuerdos, volviendo al nuevo Saratoga tocaron: “De javu”, “Dueño del Aire” y “El Vuelo del Halcón” canciones de la era de Tete que también son una bestia, “Las puertas del cielo” regresaron y sonaban seguidas de su balada “Sigues estando en mi vida” que le puso ese lado suave a la noche, ya para entonces esperaban terminar y tocaron “Resurrección” y remataron con “Ángel de Barro”, luego el típico final y agradecimientos de rigor, ya estaba, el concierto valió la pena hasta ese momento, habían devuelto lo que les faltó en Quito, para coincidencia del destino, la batería de la filmadora se terminó justo cuando terminaron la canción, ya que al parecer todo terminó con mis amigos nos agrupamos en la cancha a tomar fotos de recuerdo del viaje y a ver qué hacer el resto de la noche.
Aquí esperabamos porque creimos que ya se acabo
Para sorpresa nuestra, por los parlantes llamaron al alcalde y luego quien lo llamó fue el mismísimo Tete, así es, en seguida el alcalde del Guaranda subió a la tarima y ahí caímos en cuenta de la razón por la que se dio el concierto, el alcalde había sido un gran fan de Saratoga, que bacán ese alcalde, y fue cuando él dijo que Saratoga no se iba si no tocaba Lejos de Ti que la gente se emocionó e  intrigó, luego de una presentación formal de la banda volvieron a tocar y fue “Maldito Corazón” la elegida para causar euforia en el público, en seguido la esperada, “Lejos de Ti” hizo que todos los presenten coreen con todas sus fuerzas esa gran canción, luego haciendo referencia a los vientos de Guaranda entonaron “Vientos de Guerra” y ésta gran canción anunció el final del concierto (otra vez). Cuando ya todos pensamos que ahora sí terminaba todo, nuevamente el alcalde desde la tarima nos hizo pedir otra más, y para complacernos “Perro Traidor” hizo que la gente sienta una gran felicidad de haber estado ahí, así y ahora sí terminaba el show, Saratoga le dio todo al público y no quedó a deber nada, además durante todo el show continuamente agradecían al público y daban muestras de afecto, de seguro un concierto para nunca olvidar (uno más).

BONUS:
Aquí lo que mi cámara documentó, por cierto debo comentar que no conté sobre los solos de batería y guitarra que también tocaron pero no los registré para ahorrar batería, además debo disculparme porque hasta ahora no consigo filmar un concierto donde salga el sonido chévere y en especial que no se escuche mi voz cantando (es que en verdad me gusta pues!!!) pero al menos es mi aporte. La grabación está hasta el primer final con Ángel de Barro, la yapa que se tocaron ya no se pudo registrar así que he tomado la que otros filmaron, que la disfruten:

no sufrire jamas por ti y el planeta se apaga:



tras las rejas



a morir



luna llena



mi ciudad



se olvido



dejavu



dueño del aire



el vuelo del halcon



Las puertas del cielo



Sigues estando en mi vida



Resurrección:



Ángel de barro:



La yapa:
Maldito Corazón:



Lejos de Ti:


Les debo Vientos de guerra y perro traidor que no han subido, acolaran si tienen.

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