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sábado, 6 de septiembre de 2014

Cuando escuché al astrónomo erudito - Walt Whitman

Cuando escuché al astrónomo erudito,
cuando mire las pruebas y las cifras dispuestas en columnas frente a mí;
cuando mostraron mapas y diagramas, mediciones y cálculos y sumas;
cuando, sentado, oí la conferencia del astrónomo y el resonante aplauso de la sala,
me sentí de repente asqueado y aturdido,
y logré escabullirme y me fui a caminar sin rumbo fijo en el húmedo aire místico de la noche
y de a ratos miraba en silencio las estrellas.

Walt Whitman

“… me sentí de repente asqueado y aturdido”

La curiosidad y la imaginación son el motor de la ciencia (en realidad la guerra). Intentamos comprender los fenómenos naturales a través de modelos, asumiendo y restando variables, sumando y adhiriendo constantes, creando artificios o relaciones que simplifiquen dimensiones. Plasmando resultados en diagramas, mapas y/o tablas. Esquematizando lo inesquematizable.

Pero esa es la labor del científico. Entender, esa es su razón, su existir. Y en ella hay pasión. Pero qué pasa cuando esa pasión, cuando esa curiosidad, cuando esa magia simplemente se desvanece.

“… me sentí de repente asqueado y aturdido”

Como saber cuándo llegamos a ese límite, cuándo olvidamos lo simple y lo volvemos complejo, cuándo olvidamos que el caos es el que gobierna la naturaleza y le da orden.

Los modelos son solo eso, modelos; algunos se ajustan mejor a la realidad que otros. A veces olvidamos el fenómeno y nos concentramos en el modelo. Olvidamos que la respuesta y la pregunta están allí afuera. En ocasiones olvidamos que simplemente tenemos que sentarnos a contemplarla, y divagar en la imaginación.

Al fondo, columna de emisión del volcán Tungurahua; en primer plano el Morurco

:Pancho:

Pd





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