Cuando escuché al astrónomo erudito,
cuando mire las pruebas y las cifras dispuestas en columnas frente a mí;
cuando mostraron mapas y diagramas, mediciones y cálculos y sumas;
cuando, sentado, oí la conferencia del astrónomo y el resonante aplauso
de la sala,
me sentí de repente asqueado y aturdido,
y logré escabullirme y me fui a caminar sin rumbo fijo en el húmedo aire
místico de la noche
y de a ratos miraba en silencio las estrellas.
Walt Whitman
“… me sentí de repente asqueado y aturdido”
La curiosidad y la imaginación
son el motor de la ciencia (en realidad la guerra). Intentamos comprender los fenómenos
naturales a través de modelos, asumiendo y restando variables, sumando y adhiriendo
constantes, creando artificios o relaciones que simplifiquen dimensiones. Plasmando resultados en diagramas, mapas y/o tablas. Esquematizando lo inesquematizable.
Pero esa es la labor del
científico. Entender, esa es su razón, su existir. Y en ella hay pasión. Pero qué
pasa cuando esa pasión, cuando esa curiosidad, cuando esa magia simplemente se
desvanece.
“… me sentí de repente asqueado y aturdido”
Como saber cuándo llegamos a ese límite,
cuándo olvidamos lo simple y lo volvemos complejo, cuándo olvidamos que el caos
es el que gobierna la naturaleza y le da orden.
Los modelos son solo eso,
modelos; algunos se ajustan mejor a la realidad que otros. A veces olvidamos el
fenómeno y nos concentramos en el modelo. Olvidamos que la respuesta y la
pregunta están allí afuera. En ocasiones olvidamos que simplemente tenemos que sentarnos a
contemplarla, y divagar en la imaginación.
Al fondo, columna de
emisión del volcán Tungurahua; en primer plano el Morurco
:Pancho:
Pd
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