Continuando con los jueves culturales,
hoy les comparto este artículo: EL LOCO de Wiliam
Ospina... espero lo disfruten...
"¿No nos había enseñado desde siempre la
religión a creer en hechos fantásticos: ángeles y demonios, milagros de santos,
paradojas de Dios? ¿No formaron los cuentos de hadas alrededor de las cunas una
niebla de criaturas mágicas y objetos fabulosos? ¿No bastaba la noche cíclica
para llenar de peligros y de sueños el mundo? Era evidente por todas partes la
necesidad de justicia, de generosidad, de bondad, de heroísmo. ¿Cómo resistir a
la tentación de darle un sentido nuevo y digno, admirable y benéfico, a una
vida que parecía acabada?
De las ruinas del hombre trivial se alzó de pronto el héroe. Y lo que este héroe tenía de novedoso es que el heroísmo no era su condición natural, como la de Aquiles, casi invulnerable hijo de una diosa; como la de Sigfrido, bañado en la sangre del dragón y ayudado por una espada invencible; como la de Rolando, hombre de fuerza prodigiosa; o de tantos otros privilegiados por un manto para hacerse invisibles, por un potro con alas, por un anillo mágico, sino que contaba apenas con sus pocas fuerzas, un caballo flaco, un vecino crédulo, un lenguaje copioso y una imaginación invencible.
De las ruinas del hombre trivial se alzó de pronto el héroe. Y lo que este héroe tenía de novedoso es que el heroísmo no era su condición natural, como la de Aquiles, casi invulnerable hijo de una diosa; como la de Sigfrido, bañado en la sangre del dragón y ayudado por una espada invencible; como la de Rolando, hombre de fuerza prodigiosa; o de tantos otros privilegiados por un manto para hacerse invisibles, por un potro con alas, por un anillo mágico, sino que contaba apenas con sus pocas fuerzas, un caballo flaco, un vecino crédulo, un lenguaje copioso y una imaginación invencible.
No surgió de la mitología ni de los
cuentos de hadas: era un hombre corriente brotado del corral y de la despensa;
no dejó nunca de moverse en el mundo que percibimos como real, en una región
especialmente yerma, en tiempos donde había perdido ya prestigio el heroísmo, y
sin embargo fue labrando con esos ordinarios materiales un destino
extraordinario.
Alguna vez yo deploré que sus aventuras
nos fueran presentadas sólo como delirios. Me pareció que eso las hacía
inferiores a las de Ulises o Teseo o el muchacho de los Nibelungos, presentadas
como realidades. Pero todo es fantástico: el recuerdo de un hecho cotidiano
tiene la misma sustancia que el recuerdo de un sueño. Y los pueblos prefieren
la ficción. Creen más en los dioses que en los protones, más en la magia que en
el bosón de Higgs, más en los milagros que en los periódicos.
Pero tan asombroso como mostrar a Circe
convirtiendo los hombres en cerdos, o a los vientos escapando de las alforjas y
abatiéndose sobre los barcos en tempestad, es que los humanos podamos creer
profundamente en esas cosas. Tan conmovedor como Dios mismo es que los humanos
crean en él. Tan admirable como postular la existencia de tres millones de
dioses, es que en el Indostán más de seiscientos millones de personas crean en
ellos. Tan milagrosa como nuestra percepción es nuestra fantasía, y tan
increíble como descifrar las leyes de la naturaleza es atreverse a desafiarlas,
a menudo con éxito.
Sólo por creer en dioses los hombres
fueron capaces de crear el Partenón y la Odisea, las catedrales góticas y el
Ave María de Schubert, los millones de templos del Indostán y la leyenda de que
el niño Khrisna tiene el universo en su boca.
Este héroe de novela es, entre tantas
cosas, el símbolo de nuestra conmovedora capacidad de creer. Nos revela que de
la fe en la bondad humana puede surgir la bondad humana, que de la fe en la
justicia bien puede nacer la justicia, que de la fe en la magia ha brotado sin
duda mucha magia.
El mundo no sólo está lleno de las
guerras de los traficantes y de la corrupción de los políticos, de la avidez de
los banqueros y de la crueldad de las cárceles; también está lleno de la lucha
por la justicia, del esfuerzo por alcanzar la igualdad, del sueño de un mundo
más imaginativo y más generoso.
Y eso no impide que hasta en la cabina
de un avión, a diez mil metros de altura, uno tienda a decirse que es evidente
que las cosas pesadas no pueden flotar en el aire; que cuando entramos en los
supermercados a obedecer las órdenes de la publicidad, seamos capaces de
decirnos que no existen los poderes que manipulan a las muchedumbres; que en el
centro incomprensible de este universo lleno de elefantes y de tableros de
ajedrez, de música y de matemáticas, de abejas que hacen miel y telescopios que
exploran el pasado, en este universo lleno de virtudes y de crímenes, de
belleza y de electricidad, de enigmas y espejismos, muchos declaren que no
existe el prodigio.
Dicen que Cervantes inauguró nuestra
época. Lo cierto es que le dio a un humilde hijo de vecino el derecho a ser
héroe y a ser mártir, maestro y predicador, filósofo y artífice de fantasías, e
inventó un tipo de locura que se confunde con la santidad y con la sabiduría. Hizo
que ese hombre dijera que un diente vale más que un diamante, puso a ese
caballero endeble a ganar fuerzas por el influjo de un amor irreal, y nos
demostró que un sueño puede enseñarnos más que muchas realidades, y que un
soldado viejo y pobre encerrado injustamente en una prisión infecta puede ser
el escogido por la historia, antes que los príncipes y los generales, que los
pontífices y los potentados, para ser el espíritu que descifre una época". William Ospina
:Panch0:
No hay comentarios:
Publicar un comentario