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domingo, 8 de enero de 2012

LUZ DEL DOMINGO XLVI


DIOS ORDENÓ: SI TIENES UN HIJO REBELDE, ¡MÁTALE!

La Biblia expone, en buena medida, la pretendida historia de un pueblo de bárbaros cuyas conductas ofenden a cualquier sensibilidad medianamente civilizada. En el seno de ese marco sociocultural —en todo caso injustificable si se tratase de un pueblo «de Dios»—, la paternidad andaba muy lejos de ser una actividad responsable; antes al contrario, ya que los hijos no eran más que propiedad del padre y las hijas, objetos-propiedad del padre o marido.
Hemos visto hasta aquí algunos ejemplos de las salvajadas que eran capaces de hacer con su prole algunos de los más santos varones veterotestamentarios —por voluntad de Dios, eso sí—; veremos ahora qué fue capaz de ordenar y legislar el dios bíblico para que los padres pudiesen «solucionar» sus conflictos con algún hijo rebelde.
Recurriremos de nuevo al muy inspirado marco legislativo deuteronómico, que era de obligado cumplimiento:
Si un hombre tiene un hijo rebelde y desvergonzado, que no atiende lo que mandan su padre o su madre, ni los escucha cuando lo corrigen, sus padres lo agarrarán y llevarán ante los jefes de la ciudad, a la puerta donde se juzga, y les dirán: «Este hijo nuestro es rebelde y desvergonzado, no nos hace caso, es un vicioso y un borracho». Entonces todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti, y todo Israel, al saberlo, temerá (Dt 21,18-21).
La palabra de Dios evidencia aquí su enseñanza: ante lo malo sé mucho peor, que más vale un buen asesinato que una mala discusión.

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