UN BOTÍN DE GUERRA PROTOTÍPICO, SEGÚN EL MANDATO DE DIOS: GANADO, VACUNO, BURROS Y ¡MUJERES VÍRGENES!
A estas alturas del libro ya no es novedad mostrar que Dios trataba a las mujeres igual o peor que al ganado. Veremos ahora como las mujeres eran consideradas como un mero botín de guerra a repartir entre los vándalos protegidos de Dios... aunque no todas las mujeres, claro; la suerte de ser consideradas esclavas sexuales sólo se la reservaba Dios a las vírgenes, mientras que las casadas o «que habían conocido varón» debían ser pasadas a cuchillo.
La Biblia educa la sensibilidad cristiana con historias como la siguiente:
Los israelitas de Moisés atacaron y masacraron a los medianitas por orden de Dios y a causa de una cuestión de «idolatría», y tras la batalla se reunieron para repartirse el botín:
Yavé dijo a Moisés: «Saca la cuenta, tú, el sacerdote Eleazar y los jefes de las familias de la comunidad, de lo que fue traído como botín, hombres y ganado. Lo partirás en dos; la mitad, para los combatientes que fueron a la guerra, y la otra mitad, para toda la comunidad. Reserva como ofrenda para Yavé, de la parte de los combatientes que fueron a la guerra, uno por cada quinientos, sean hombres, bueyes, burros y ovejas» (...)
Moisés y el sacerdote Eleazar hicieron como Yavé había mandado a Moisés. El botín, lo que quedaba de lo que la gente de guerra había saqueado, era de seiscientas setenta y cinco mil cabezas de ganado menor, setenta y dos mil de vacuno y sesenta y un mil burros. En cuanto a las personas, las mujeres que todavía no habían tenido relaciones eran en total treinta y dos mil (...) [el botín... ganado, vacuno, burros y ¡mujeres vírgenes!]
Moisés tomó de esta mitad perteneciente a los hijos de Israel a razón de uno por cincuenta, hombres y animales, y se los dio los levitas que cuidan la Morada de Yavé, como Yavé había ordenado a Moisés (...)
Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de ellos el oro y las joyas. El total de oro que los jefes de millar y de cien presentaron a Yavé fue de dieciséis mil setecientos cincuenta siclos. Entonces Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los jefes de milla y de cien y lo llevaron a la Tienda de las Citas para que quedara ante Yavé y para que él se acordara de los hijos de Israel (N 31,25-54).
La palabra inspirada de Dios fue clara relatando la historia: su pueblo, tras la matanza de madianitas, se repartió treinta y dos mil jovencitas vírgenes hechas prisioneras —y los lectores ya podrán imaginar para qué fin—; sólo vírgenes, eso sí, ya que las que no lo eran habían sido asesinadas por orden del gran Moisés, tal como Dios le había exigido:
Maten, pues, a todos los niños, hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones (Nm 31,17-18). Unos santos es lo que eran todos esos tipos.
Pero no vayan a pensar que Dios era insensible al dolor de esas jovencitas destinadas a ser violadas por quienes habían asesinado a toda su familia. Nada de eso. Dios ya había previsto tal eventualidad legislando lo siguiente:
Cuando vayas a la guerra contra tus enemigos, y Yavé, tu Dios, te los entregue, verás tal vez entre las cautivas a una mujer hermosa, te enamoras de ella y querrás hacerla tu esposa. Entonces la llevarás a tu casa, donde se rapará la cabeza y se cortará las uñas. Dejará el vestido que llevaba cuando fue tomada, y quedará en tu casa durante un mes, haciendo duelo por su padre y su madre. Después te juntarás con ella y tú serás su marido y ella tu esposa. Si con el tiempo ya no te agrada, la despedirás; pero no podrás venderla por dinero, ni hacerla tu esclava, ya que la tomaste (Dt 21,10-14).
Eso sí es un detallazo, sólo un dios infinitamente bueno puede ser tan magnánimo y generoso con una jovencita condenada a ser la ramera del asesino de los suyos.
La palabra de Dios evidencia aquí su enseñanza: ante las mujeres de los vencidos, asesina a las madres y secuestra y viola a las hijas, que esto es lo mandado por el Altísimo.
A estas alturas del libro ya no es novedad mostrar que Dios trataba a las mujeres igual o peor que al ganado. Veremos ahora como las mujeres eran consideradas como un mero botín de guerra a repartir entre los vándalos protegidos de Dios... aunque no todas las mujeres, claro; la suerte de ser consideradas esclavas sexuales sólo se la reservaba Dios a las vírgenes, mientras que las casadas o «que habían conocido varón» debían ser pasadas a cuchillo.
La Biblia educa la sensibilidad cristiana con historias como la siguiente:
Los israelitas de Moisés atacaron y masacraron a los medianitas por orden de Dios y a causa de una cuestión de «idolatría», y tras la batalla se reunieron para repartirse el botín:
Yavé dijo a Moisés: «Saca la cuenta, tú, el sacerdote Eleazar y los jefes de las familias de la comunidad, de lo que fue traído como botín, hombres y ganado. Lo partirás en dos; la mitad, para los combatientes que fueron a la guerra, y la otra mitad, para toda la comunidad. Reserva como ofrenda para Yavé, de la parte de los combatientes que fueron a la guerra, uno por cada quinientos, sean hombres, bueyes, burros y ovejas» (...)
Moisés y el sacerdote Eleazar hicieron como Yavé había mandado a Moisés. El botín, lo que quedaba de lo que la gente de guerra había saqueado, era de seiscientas setenta y cinco mil cabezas de ganado menor, setenta y dos mil de vacuno y sesenta y un mil burros. En cuanto a las personas, las mujeres que todavía no habían tenido relaciones eran en total treinta y dos mil (...) [el botín... ganado, vacuno, burros y ¡mujeres vírgenes!]
Moisés tomó de esta mitad perteneciente a los hijos de Israel a razón de uno por cincuenta, hombres y animales, y se los dio los levitas que cuidan la Morada de Yavé, como Yavé había ordenado a Moisés (...)
Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de ellos el oro y las joyas. El total de oro que los jefes de millar y de cien presentaron a Yavé fue de dieciséis mil setecientos cincuenta siclos. Entonces Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los jefes de milla y de cien y lo llevaron a la Tienda de las Citas para que quedara ante Yavé y para que él se acordara de los hijos de Israel (N 31,25-54).
La palabra inspirada de Dios fue clara relatando la historia: su pueblo, tras la matanza de madianitas, se repartió treinta y dos mil jovencitas vírgenes hechas prisioneras —y los lectores ya podrán imaginar para qué fin—; sólo vírgenes, eso sí, ya que las que no lo eran habían sido asesinadas por orden del gran Moisés, tal como Dios le había exigido:
Maten, pues, a todos los niños, hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones (Nm 31,17-18). Unos santos es lo que eran todos esos tipos.
Pero no vayan a pensar que Dios era insensible al dolor de esas jovencitas destinadas a ser violadas por quienes habían asesinado a toda su familia. Nada de eso. Dios ya había previsto tal eventualidad legislando lo siguiente:
Cuando vayas a la guerra contra tus enemigos, y Yavé, tu Dios, te los entregue, verás tal vez entre las cautivas a una mujer hermosa, te enamoras de ella y querrás hacerla tu esposa. Entonces la llevarás a tu casa, donde se rapará la cabeza y se cortará las uñas. Dejará el vestido que llevaba cuando fue tomada, y quedará en tu casa durante un mes, haciendo duelo por su padre y su madre. Después te juntarás con ella y tú serás su marido y ella tu esposa. Si con el tiempo ya no te agrada, la despedirás; pero no podrás venderla por dinero, ni hacerla tu esclava, ya que la tomaste (Dt 21,10-14).
Eso sí es un detallazo, sólo un dios infinitamente bueno puede ser tan magnánimo y generoso con una jovencita condenada a ser la ramera del asesino de los suyos.
La palabra de Dios evidencia aquí su enseñanza: ante las mujeres de los vencidos, asesina a las madres y secuestra y viola a las hijas, que esto es lo mandado por el Altísimo.
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