DIOS IMPIDIÓ QUE LA HUMANIDAD PUDIERA ENTENDERSE Y COLABORAR: LA CANALLADA SE PERPETRÓ EN BABEL
Con todo lo que hemos ido viendo, a lo largo de este libro, sobre el carácter de Dios y sus conductas, quizá ya a nadie extrañe que también se le deba a él, según se vanagloria desde la Biblia, la falta de entendimiento y colaboración que caracteriza a las sociedades humanas desde la noche de los tiempos... bíblicos. La cosa, al parecer, arranca de muy lejos, tanto que nos la tuvo que contar el Libro del Génesis:
Todo el mundo tenía un mismo idioma y usaba las mismas expresiones. Pero al emigrar los hombres desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Sinear, y se establecieron allí. Entonces se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y cocerlos al fuego». El ladrillo reemplazó la piedra y el alquitrán les sirvió de mezcla [aunque jamás pasó nada ni remotamente parecido, la historia divina nos auguraba un gran futuro, aunque...].
Después dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. Así nos haremos famosos, y no nos dispersaremos por todo el mundo». [¿Y no podían quedarse todos juntos, sin dispersarse, si no eran famosos?]
Yavé bajó para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando [parece, por enésima vez, que Dios debía bajar del cielo si quería enterarse de qué andaba maquinando su parroquia]. y dijo Yavé: «Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Si esto va adelante, nada les impedirá desde ahora que consigan todo lo que se propongan. Pues bien, bajemos [¿no estaba ya abajo?] y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros. [¡Y a fe que lo logró!]
Así Yavé los dispersó sobre la superficie de la tierra, y dejaron de construir la ciudad. Por eso se la llamó Babel, porque allí Yavé confundió el lenguaje de todos los habitantes de la tierra, y desde allí los dispersó Yavé por toda la tierra (Gn 11,1-9).
¿Se capta la idea y perversidad del plan divino? Para que luego nos digan los creyentes que quien trajo el mal al mundo fue Satanás.
Lo de Babel, y sus presuntas consecuencias universales, no debió de ser una rabieta divina casual. No. Dios, con su sabiduría infinita, debió de darse cuenta de que si no lograba frustrar ese primer intento de conformar una humanidad unida y solidaria, jamás podría mostrar al mundo su majestuoso poder —no en vano será aclamado como «Señor de los ejércitos»— masacrando a cuantos, personas o naciones enteras, se le antojase. Y, peor todavía, sin poder manifestar tal poder divino, la Biblia hubiese acabado siendo una especie de cuento tan aburrido como La casa de la pradera. Sin Babel, además, la gente viajada tampoco sabría inglés. Un drama.
La palabra de Dios evidencia aquí su enseñanza: divide y vencerás; nada más sencillo, nada más trágico.
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