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domingo, 18 de marzo de 2012

LUZ DEL DOMINGO LV

BRIBONES EN GUERRA: DIOS DERROTÓ A LOS AMALECITAS PERMITIENDO QUE MOISÉS HICIESE TRAMPA CON SU BASTÓN MÁGICO

La Biblia muestra en mil ocasiones que Dios no gusta del juego limpio. En este relato permitió que Moisés, su hermano menor Aarón y Jur, su hombre de confianza, actuasen como auténticos tahúres del Misisipí... aunque estuviesen en pleno desierto del Sinaí. Lo leemos en el Libro del Éxodo:
En Refidim los amalecitas vinieron a atacar a Israel. Moisés dijo a Josué: «Elígete algunos hombres y marcha a pelear contra los amalecitas. Yo, por mi parte, estaré mañana en lo alto de la loma, con el bastón de Dios en mi mano». Josué hizo como se lo ordenaba Moisés, y salió a pelear contra los amalecitas. Mientras tanto, Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre de la loma. Y sucedió que mientras Moisés tenía las manos arriba, se imponía Israel, pero cuando las bajaba, se imponían los amalecitas.
Se le cansaron los brazos a Moisés; entonces tomaron una piedra y sentaron a Moisés sobre ella, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así, Moisés mantuvo sus brazos alzados hasta la puesta del sol y Josué hizo una enorme matanza entre la gente de Amalec.
Entonces Yavé dijo a Moisés: «Escribe todo esto en un libro para que sirva de recuerdo, y dile a Josué que yo no dejaré ni el recuerdo de Amalec debajo de los cielos» (Ex 17,8-14).
¡Bravo por Dios! Le dio al jefe de su pueblo elegido un bastón hacedor de prodigios, que permitía ganar al enemigo mientras se sostuviese en alto, pero el gran Moisés no andaba bien de forma y se le caían los brazos, y con ellos la ventaja tramposa que tenían contra los amalecitas. Como, al parecer, los guerreros israelitas no lograban ganar ni con el adminículo de Dios alzado, en medio de esa especie de mascarada vudú —ahora levanto el palo y ganan los míos, ahora lo bajo y ganan los tuyos— los tramposos se superaron a sí mismos y entre Aarón y Jur sostuvieron los brazos de Moisés en alto hasta que la batalla acabó (tarde) en masacre de los pobres amalecitas, que ni se olieron la razón por la que perdían por goleada. ¿Dónde estaba el fair play que cabe suponerle a un pueblo de Dios?
Pero ¿y Dios? ¿Por qué premió la vagancia y desidia de Moisés con la victoria? ¿Es éste el ejemplo que quería dejarle a los buenos cristianos del futuro (que, entonces, ni había ni se les esperaba)? ¿Qué puede replicarle un padre cristiano de hoy a un hijo que, según el ejemplo de Moisés, acuda a enfrentarse a un examen con el bolsillo lleno de chuletas y respaldado por un par de tramposos como él?
La palabra de Dios evidencia aquí su enseñanza: ser tramposo no es un problema si se logra lo que se desea (lo que desea Dios, por supuesto)... y nadie te pesca.

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