CARNE DE MUJER PARA SALVAR EL ORGULLO DE VARÓN: LOT OFRECIÓ A SUS DOS HIJAS VÍRGENES PARA IMPEDIR QUE LOS SODOMITAS VIOLASEN A DOS ÁNGELES
Nos relata el Génesis que estaba Dios —bajo forma humana y acompañado de dos ángeles con igual apariencia— charlando con Abraham y...
Dijo entonces Yavé: «Las quejas contra Sodoma y Gomorra son enormes, y su pecado es en verdad muy grande. Voy a visitarlos, y comprobaré si han actuado según esas quejas que han llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré».
Los hombres partieron y se dirigieron a Sodoma, mientras Yavé se quedaba de pie delante de Abrahán (Gn 18,20-22).
(...) Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer. Lot estaba sentado a la entrada del pueblo. Apenas los vio, salió a su encuentro, se arrodilló inclinándose profundamente, y les dijo: «Señores míos, les ruego que vengan a la casa de este siervo suyo a pasar la noche. Se lavarán los pies, descansarán y mañana, al amanecer, podrán seguir su camino».
Ellos le respondieron: «No, pasaremos la noche en la plaza».
Pero él insistió tanto, que lo siguieron a su casa, y les preparó comida. Hizo panes sin levadura y comieron. No estaban acostados todavía cuando los vecinos, es decir, los hombres de Sodoma, jóvenes y ancianos, rodearon la casa: ¡estaba el pueblo entero!
Llamaron a Lot y le dijeron: «¿Dónde están esos hombres que llegaron a tu casa esta noche? Mándanoslos afuera, para que abusemos de ellos».
Lot salió de la casa y se dirigió hacia ellos, cerrando la puerta detrás de sí, y les dijo: «Les ruego, hermanos míos, que no cometan semejante maldad. Miren, tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las voy a traer para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero dejen tranquilos a estos hombres que han confiado en mi hospitalidad».
Pero ellos le respondieron: «¡Quítate del medio! ¡Eres un forastero y ya quieres actuar como juez! Ahora te trataremos a ti peor que a ellos».
Lo empujaron violentamente y se disponían a romper la puerta. Pero los dos hombres desde adentro extendieron sus brazos, tomaron a Lot, lo introdujeron en la casa y cerraron la puerta. Hirieron de ceguera a los hombres que estaban fuera, desde el más joven hasta el más viejo, de modo que no fueron ya capaces de encontrar la puerta (Gn 19,1-11).
El resto de la historia es bien conocido: Dios lanzó azufre y fuego desde el cielo y Sodoma y Gomorra desaparecieron con toda su gente. Lot y sus hijas se salvaron, claro, pero no su esposa, la pobre, que se dio la vuelta para ver qué les estaba pasando a sus convecinos y Dios la convirtió en estatua de sal (Gn 19,24-26). A Dios jamás le han gustado los curiosos, los prefiere obedientes a machamartillo.
Pero el ejemplo que importa y resalta, en medio de un relato pueril aunque de fondo muy indecente, es la deplorable conducta de Lot, el santo varón que, sin que nadie se lo pidiese, ofreció a sus dos hijas (vírgenes, a más abundamiento) para que fuesen violadas por una chusma que, cosas de la vida, estaba más interesada en hacer lo propio con los dos varones que hospedó Lot.
Hubiese sido un buen ejemplo para los lectores de la Biblia Dios ofreciese la imagen de un Lot gallardo y decidido defendiendo la integridad sexual de sus invitados, pero no. Dios prefirió d jarnos el modelo de un padre perverso al que sus hijas le importaban tan poco que las ofreció de buen grado para que fuesen vejadas y violadas por una muchedumbre soez.
También hubiese sido un detallazo que Dios, al menos, le recordase a Lot una de sus leyes de obligado cumplimiento, la que ordena que «no profanarás a tu hija, prostituyéndola; no sea que tu país se vuelva una tierra de prostitutas, un nido de víboras» (Lv 19,29). Pero tampoco estuvo por la labor.
La palabra de Dios evidencia aquí su enseñanza: es preferible que mil mujeres sean violadas a que a un solo varón le rocen su trasero...
... O eso, al menos, es lo que propaga el dios de la Biblia desde ejemplos como el recién comentado y el que seguirá.
Nos relata el Génesis que estaba Dios —bajo forma humana y acompañado de dos ángeles con igual apariencia— charlando con Abraham y...
Dijo entonces Yavé: «Las quejas contra Sodoma y Gomorra son enormes, y su pecado es en verdad muy grande. Voy a visitarlos, y comprobaré si han actuado según esas quejas que han llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré».
Los hombres partieron y se dirigieron a Sodoma, mientras Yavé se quedaba de pie delante de Abrahán (Gn 18,20-22).
(...) Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer. Lot estaba sentado a la entrada del pueblo. Apenas los vio, salió a su encuentro, se arrodilló inclinándose profundamente, y les dijo: «Señores míos, les ruego que vengan a la casa de este siervo suyo a pasar la noche. Se lavarán los pies, descansarán y mañana, al amanecer, podrán seguir su camino».
Ellos le respondieron: «No, pasaremos la noche en la plaza».
Pero él insistió tanto, que lo siguieron a su casa, y les preparó comida. Hizo panes sin levadura y comieron. No estaban acostados todavía cuando los vecinos, es decir, los hombres de Sodoma, jóvenes y ancianos, rodearon la casa: ¡estaba el pueblo entero!
Llamaron a Lot y le dijeron: «¿Dónde están esos hombres que llegaron a tu casa esta noche? Mándanoslos afuera, para que abusemos de ellos».
Lot salió de la casa y se dirigió hacia ellos, cerrando la puerta detrás de sí, y les dijo: «Les ruego, hermanos míos, que no cometan semejante maldad. Miren, tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las voy a traer para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero dejen tranquilos a estos hombres que han confiado en mi hospitalidad».
Pero ellos le respondieron: «¡Quítate del medio! ¡Eres un forastero y ya quieres actuar como juez! Ahora te trataremos a ti peor que a ellos».
Lo empujaron violentamente y se disponían a romper la puerta. Pero los dos hombres desde adentro extendieron sus brazos, tomaron a Lot, lo introdujeron en la casa y cerraron la puerta. Hirieron de ceguera a los hombres que estaban fuera, desde el más joven hasta el más viejo, de modo que no fueron ya capaces de encontrar la puerta (Gn 19,1-11).
El resto de la historia es bien conocido: Dios lanzó azufre y fuego desde el cielo y Sodoma y Gomorra desaparecieron con toda su gente. Lot y sus hijas se salvaron, claro, pero no su esposa, la pobre, que se dio la vuelta para ver qué les estaba pasando a sus convecinos y Dios la convirtió en estatua de sal (Gn 19,24-26). A Dios jamás le han gustado los curiosos, los prefiere obedientes a machamartillo.
Pero el ejemplo que importa y resalta, en medio de un relato pueril aunque de fondo muy indecente, es la deplorable conducta de Lot, el santo varón que, sin que nadie se lo pidiese, ofreció a sus dos hijas (vírgenes, a más abundamiento) para que fuesen violadas por una chusma que, cosas de la vida, estaba más interesada en hacer lo propio con los dos varones que hospedó Lot.
Hubiese sido un buen ejemplo para los lectores de la Biblia Dios ofreciese la imagen de un Lot gallardo y decidido defendiendo la integridad sexual de sus invitados, pero no. Dios prefirió d jarnos el modelo de un padre perverso al que sus hijas le importaban tan poco que las ofreció de buen grado para que fuesen vejadas y violadas por una muchedumbre soez.
También hubiese sido un detallazo que Dios, al menos, le recordase a Lot una de sus leyes de obligado cumplimiento, la que ordena que «no profanarás a tu hija, prostituyéndola; no sea que tu país se vuelva una tierra de prostitutas, un nido de víboras» (Lv 19,29). Pero tampoco estuvo por la labor.
La palabra de Dios evidencia aquí su enseñanza: es preferible que mil mujeres sean violadas a que a un solo varón le rocen su trasero...
... O eso, al menos, es lo que propaga el dios de la Biblia desde ejemplos como el recién comentado y el que seguirá.
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